Buscando en la biblioteca de mi casa un libro que me distrajera y me recordara cosas del pasado, me encontré de manera casual con un pequeño libreto que llevaba por título “CULTURA BANILEJA”, Instituto Dominicano de Ambiente y Sociedad.
Aquello me llamó mucho la atención, máxime cuando encuentro en la página 16, que hay un artículo suscrito por mi madre ANA ORTIZ DE SCHEKER, titulado “A VILLA SOMBRERO, BANI”. No dejo de sorprenderme, pues a mi madre le gustaba escribir y publicar sus escritos en la prensa, muchas veces sin consultarlo con mi padre, su esposo, que era un reconocido funcionario público y, además, podríamos decir, un poeta y erudito escritor, habiendo desempeñado diversos cargos públicos en distintos gobiernos.
Puede leer: Un aporte importante para la creación de la conciencia cívica
Mi madre, nacida en Sombrero, Baní, su suelo natal, se preguntaba qué imán tenía ese su pequeño terruño, donde vivió su infancia, que a pesar de los años transcurridos nunca había podido arrancar de su memoria, grabando aquellos lejanos y gratos recuerdos en su corazón.
Ahora cuando el tiempo y el progreso han trasformado aquel entrañable pueblito de pocos moradores, siendo esa comunidad banileja una pujante y emprendedora, desarrollando, desde tiempos de mi madre, aquellas actividades propias de esa colectividad que permitieron su avance y crecimiento. Era entonces Sombrero un regazo de paz sin contar con las atenciones y ayudas necesarias requeridas del gobierno. Su población, personas de trabajo, realizaron enormes esfuerzos por organizarse de manera desinteresada y espontanea, habiendo creado a base de colectas públicas, diversas instituciones de carácter comunitario, tales como fueron las tantas escuelas, talleres de labores, clubes culturales y deportivos, entre otras obras más.
Aun cuando muchos de sus lugareños tuvieron que emigrar a países lejanos, apremiados por las dificultades de conseguir su sustento diario en su suelo natal, todos ellos, sin excepción, habían sabido responder y prestar su ayuda a sus compatriotas las veces que han sentido el reclamo de su patria, urgida por tantas necesidades apremiantes.
Es por eso que un día como hoy nos sentimos más que nunca orgullosos y dichosos de haber vivido y compartido nuestra niñez y juventud en la Villa de Sombrero, Baní, junto con nuestros abuelos, tíos y tantos amigos, amigas de grata recordación, con quienes compartimos y disfrutamos nuestras vacaciones escolares cada año, dejando tan buenos y bellos recuerdos que aún perduran en nuestra mente y en el alma agradecida de nuestra vida.