Durante el paso del huracán Fiona pasé buen rato observando videos que fueron subidos a las redes por influenciadores, aspirantes a serlo y novatos que competían por colocar las imágenes más desgarradoras que pudieran capturar, principalmente en sus teléfonos móviles.
Varias de las imágenes, algunas enviadas a mí directamente, llamaron la atención porque mi cerebro registró que las había visto, y efectivamente, algunas se habían tomado en Nagua y Samaná, igual que en Puerto Rico, cuando el paso del huracán María, el 16 de septiembre del año 2017. Las de Puerto Rico del reciente paso de Fiona fueron más dantescas que las del 2017.
Ahora todo el mundo es reportero; todos quieren ser los primeros en dar la noticia, no importa cómo, pero primero. Y tenemos tanta desinformación que las noticias falsas son tan comunes que logran engañar al que menos una se imagina.
Tras analizar el fenómeno, pienso en los tiempos complejos que vivimos, en los que la confianza es un valor en crisis por la cantidad de mentiras que nos llegan desde todas partes. En el caso de la información vivimos la distorsión de la realidad, en la que se manejan las emociones y las creencias, que es lo que le dio forma al concepto de la posverdad, que viene a ser el clímax de la cultura del engaño.
Desde hace varios años reflexiono sobre la cultura del engaño, y me pregunto: ¿Por qué la gente trata de engañar?, ¿Cómo se logra el engaño? La mentira ha alcanzado categoría histórica, dispersada por todo el globo a la velocidad de la luz.
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La cultura la construimos los humanos. El engaño está intrínseco en nosotros por razones de miedo y de construcciones como la vergüenza, la maldad, la envidia y otras reacciones que denotan la parte opaca y gris del individuo.
En algún momento creí que la cultura del engaño era solo de nuestro país por una serie de acontecimientos como los generados por la publicidad engañosa y falsa; por la palabra empeñada de los políticos que ofrecen en campaña lo que niegan cuando llegan al poder; por la edad de los peloteros, por las trampas en las filas, los papeles de “solvencia “para buscar visa, y muchísimas otras.
Pero no, hay mentiras tan grandes y graves como la información aparecida en el 2019, que decía que Japón, China y Corea dejarían de fabricar microondas porque hacían daño a la salud. Dice Google que eso es mentira.
Por eso es importante desconfiar, poner en duda lo que leemos y también de lo que vemos, porque han logrado programarnos para que veamos figuras pre pensadas para que nos las creamos.
Un letrero del Brexit en Inglaterra decía que ese país aportaba cada día 50 millones de libras a la Unión Europea. Ese era el plan para convencer a la gente, porque esa cifra serviría a los ingleses para invertirlo en salud. No valió aclarar que no era cierto, la gente vio la cifra y se decidió por la salida de Inglaterra de la Unión Europea.
Hay mucho más que decir de la cultura del engaño en su etapa de adulta mayor. Solo nos toca aconsejar que nos tomemos el tiempo para pensar y no ser idiotas atrapados como moscas en este ecosistema de manipulaciones que pretende desterrar el valor de la verdad.