Cultura política, encuestas y sistema institucional

Cultura política, encuestas y sistema institucional

Rafael Acevedo Pérez

Hay países cuyos sistemas políticos no permiten o no soportan las encuestas de opinión pública sobre ningún tema.

Hay otros en los que dichas consultas apenas se necesitan, y otros en los que se han hecho muy necesarias, a veces como una manera económica y rápida de las autoridades y la población ponerse de acuerdo sobre acciones gubernamentales urgentes e importantes, sin necesidad de consultar cada ciudadano.

Y hay países en los que ni siquiera se puede realizar un censo confiable, debido a los costos y la falta de pericia y confianza entre gobernantes y ciudadanos.

En los 50 Estados de los EUA, en las elecciones presidenciales, los 218 millones con derecho al voto eligen a 538 representantes que eligen al presidente; de los cuales, por ejemplo, proporcionalmente California tiene 55 electores, Texas 38, New York 29, Wyoming 3, Nebraska 5, Alaska 3. Esos votantes o electores representan a sus respectivos Estados.

Las encuestas en EUA suelen tener fallas importantes, ya que metodológicamente lo más correcto sería entrevistar muestras representativas para cada Estado: lo cual resulta excesivamente costoso, laborioso, y complejo.

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Las encuestas casa por casa toman su tiempo, y las telefónicas o vía Internet suelen tener serios problemas de representatividad y de comprobación metodológica. Empresas de tradición y prestigio han renunciado a realizarlas.

En nuestro pequeño país, afortunadamente, podemos hacer encuestas nacionales, cumpliendo las normas del método científico en menos de una semana.

Desde finales del siglo pasado hay empresas cuyos datos han ayudado a estabilizar los procesos eleccionarios, y así adecentar nuestra defectuosa democracia; aunque todavía padecemos demasiados conflictos de interés, y continúa débil la representatividad de amplios sectores en la dirección del Estado. No obstante, los votantes en general suelen cooperan espontáneamente con dichos estudios.

Aunque afortunadamente los datos de las encuestas han mostrado mucha similitud con los resultados electorales, lo ideal y correcto es que el sistema electoral sea tan confiable y preciso que nadie desconfíe en los cómputos finales de la JCE; y que no tengan los miembros de esa entidad que rogar a Dios que sus cómputos finales sean semejantes a los de alguna encuestadora exitosa; ni tengan que expresar agradecimiento a alguna firma encuestadora, algunas de las cuales, ciertamente, gozan del respeto de la ciudadanía por la precisión de sus datos en los últimos 7 procesos electorales realizados en el país.

La tarea del encuestador es ardua y desafiante, y aún en países desarrollados las grandes firmas abandonan la tarea, por los costos y los riegos que implican estos trabajos, particularmente, por los improperios e insultos que se padecen.

Sería deseable que las nuevas técnicas electrónicas nos permitan no necesitar de las encuestas cara a cara, y, mejor aún, que sean solamente las propias autoridades las que manejen esas consultas; y que todos lleguemos a confiar plenamente en nuestras autoridades y delegados electorales. Y nunca tengamos que volver a pedir la vigilancia de la OEA, la ONU y cualesquiera otros organismos internacionales, algunos de estos, actualmente carentes del prestigio que otrora solían disfrutar.