POR GEZIEL GOMES
La verdadera vida espiritual no puede medirse en términos de cantidad sino de intensidad. El cristianismo es una experiencia: la experiencia con Cristo. Los números no son lo principal en la experiencia cristiana. Las estadísticas no son la llave del Reino de Dios.
La verdadera vida espiritual no puede medirse en términos de cantidad sino de intensidad. El cristianismo es una experiencia: la experiencia con Cristo. Los números no son lo principal en la experiencia cristiana. Las estadísticas no son la llave del Reino de Dios. Muy por el contrario: existe la «ley de las minorías» directamente aplicable a la comunidad cristiana. Muchas iglesias que hoy cuentan con un registro de centenas y millares de congregados, partieron de un comienzo realmente oscuro: comenzaron con «dos o tres», y Jesús en medio de ellos.
No obstante la prioridad absoluta que la Biblia concede a este aspecto de la vida cristiana —la calidad intrínseca de la experiencia— forzoso es reconocer alguna importancia al elemento de la cantidad. Jesús enseña a hacerlo.
Una gran lección, tal vez la principal, que encontramos en el episodio de la multiplicación de los panes, está relacionada con la pregunta de Jesús: «¿cuántos panes tenéis?». Cuando le dijeron la verdad, que él conocía tan bien, Jesús no se dejó impresionar. Algunos discípulos quedaron prácticamente aterrorizados. Mucha gente, poco dinero, casi nada de pan.
No importa cuántos panes tengamos pero conviene que los tengamos. Jesús quiere siempre multiplicar nuestros talentos, nuestros deseos, nuestros panes. Pero ¿cuántos pecadores tenemos que alimentar? Esto tiene importancia. ¿Cuántos panes tenemos?
David venció al gigante Goliat con una piedrita lisa del arroyo, de las cinco que escogió antes de la pelea. El Señor usó una piedra. La cantidad no tiene importancia. Pero tiene que haber algo. Moisés habría sido feliz si hubiese podido presentar a Jehová algo más sublime cuando fue llamado «junto al monte de Dios». ¿Qué tienes Moisés? Nada más que una vara. Una vara en la manos de Dios vale más que un cetro de oro sin El. Cinco panes en las manos de Jesús valen más que una panadería en las manos de Satanás.
Reconozcamos que los recursos puestos por Satanás a disposición del hombre son fabulosos. No faltan hombres. La máquina del diablo está en acción. Pero no nos preocupemos, hermanos. Procuremos responder al solemne desafío de la pregunta de Jesús: «¿cuántos panes tienes?». Como decía una hermana: «De vidas derrotadas y vacías Dios no puede hacer pilares». El pesimismo es una fuerza demoledora. Nosotros no somos los que hacemos los milagros. Los hace Jesucristo. Lo que nos toca es apenas entregarle los panes. Y hablando de eso, ¿cuántos panes tenemos?
En cierta historia que Jesús contó, al personaje lo despierta a media noche un amigo, y lo encuentra con la despensa vacía. De repente se acordó de un amigo y lo buscó solícito. Este si que tenía algo, y le prestó tres panes. Si tenemos cinco panes y dos peces Jesús va a suplir con eso el hambre de una multitud. Pero si no tenemos cinco, se pueden usar aunque sea tres.
¿Cuántos panes tenemos?
Con cierta capacidad imaginativa Sante Uberto Barbieri supone y trata de probar convincentemente que el muchacho de los cinco panes era Esteban. Si esto es verdad la historia adquiere un tono impresionante. El chico de los cinco panes llegó a ser un diácono, un gran predicador, un mártir, un héroe. Y en ese caso, Jesús, que estaba «sentado a la diestra de Dios», se levantó para darle la bienvenidad en ocasión de su martirio.
Si tienes cinco panes tienes un futuro garantizado. Si tienes cinco panes Jesús hará milagros por medio de ti. Si tienes cinco panes puedes confiar en que las cosas saldrán bien en tu vida.
Antes que Cristo vuelva la Iglesia debe revalorizar sus bienes. Necesitamos estar seguros de lo que tenemos. No propiamente de la cantidad, sino de la convicción de que tenemos algo: «Lo que tengo te doy». ¿Cuántos panes tenemos? (De la Revista Desarrollo Cristiano