“Si pueden curar, curen; si no pueden curar,
calmen; si no pueden calmar, consuelen”
Augusto Murry
Cualquier dolor emocional que vivimos nos indica una profunda necesidad de cambio. Desde hace 5 años he dedicado gran parte de mi tiempo a compartir recursos para la transformación desde el amor. He llamado a la propuesta “Love vision”, una recopilación de 25 años de experiencias psicoterapéuticas, místicas, arquetípicas, genealógicas y sistémicas.
La escritora británica Virginia Woolf decía que “no se puede encontrar la paz evitando la vida”. Cuando lo que duele es el alma, la invitación es a contactar los recursos para curarla. Para mí, la mejor salida es hacer un alto en la rutina cotidiana y observarnos. Regularmente, el mensaje está encriptado en el propio sufrimiento.
Soy una estudiosa de las sabidurías ancestrales y estoy totalmente convencida de que dónde está la herida, también está la sanación. Con los pueblos originarios recordé que todos somos Uno, en el Amor de la Fuente. En estas comunidades la creación está conectada: los individuos, las plantas, los animales, las piedras, los vientos, los espíritus y los ancestros. Nada existe sin relación con todo.
El doctor en lingüística antropológica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Fidencio Briceño Chel, dice en un fascinante artículo que desde la infancia el maya aprende a llevarse bien con todo lo que le rodea, pues es a través de su relación con los otros que construye su persona, respeto, prestigio, familia, comunidad, y mundo.
En Love Vision hacemos una aproximación a la interconexión de todas las relaciones, por lo que me interesé en la visión no dualista que mostraba la expresión maya In lak’ech, un saludo maya que significa “yo no existo sin ti”, y que se responde con la frase Hala ken que quiere decir “yo soy otro tú, y tú eres otro yo”. El antropólogo mexicano Domingo Martínez Paredes lo dio a conocer al público en los años setenta, y poco a poco se fue transmitiendo entre varios apasionados de las cosmovisiones milenarias.
Reconocer que mis acciones e inacciones afectan las decisiones de otras personas, me ha llevado a comprometerme con el desarrollo de mi mayor potencial. Al mismo tiempo, disfruto la experiencia de acompañar a otros en la curación de viejas heridas del alma.
La palabra alma viene del latín “anĭma”, voz patrimonial del latín anima que significa “aire” o “aliento” y de la raíz indoeuropea “and” que significa “respirar”. Se utiliza para nombrar sentimiento, espíritu, inteligencia, interior, memoria, sensibilidad, comprensión, voluntad, entendimiento, corazón, imaginación, ánima, conciencia, sustancia, esencia, entrañas y psique.
Cada vez que nuestros pensamientos/sentimientos están en contradicción con la realidad que estamos viviendo, generamos una dolorosa herida que hace que partes del alma nos deje. Las aflicciones principales del alma son: traición, humillación, abandono, injusticia y rechazo. Una persona herida activa un sistema de alarma que acelera e intensifica las emociones de temor, rabia, impotencia, tristeza, angustia, ansiedad, frustración, confusión y orgullo.
Cuando el dolor emocional ha sido muy grande, se ha mantenido por un tiempo importante o ha tocado asuntos sensibles de nuestra vida, partes del alma salen del cuerpo. En ocasiones, estas partes no logran regresar solas y es necesario el trabajo terapéutico para que la persona recupere la integridad de su alma.
Los filósofos afines al pensamiento Aristotélico han buscado explicar el alma como un doble principio en el interior de cada ser viviente. Para ellos, el alma es el principio de vida y energía dentro de nosotros, y también es el principio de integración. En esencia, el alma es dos cosas: 1. el fuego interior que nos da vida, energía y expansión, y 2. el aglutinador que nos mantiene juntos.
La naturaleza doble del alma nos lleva a dos caminos para perderla y también para curarla: o bien se pierde el alma cuando nos desconectamos de la vitalidad, energía, esperanza y bondad de la vida (nos amargamos, nos hacemos rígidos, estériles y cínicos), o a la inversa, estamos llenos de vida y energía pero sin dirección ni propósito (vamos al desastre, la disipación y la falta de sentido).
En la primera situación, el alma necesita más fuego para reavivar la vida en nosotros. En la segunda, el alma ya tiene demasiado fuego y necesita cierto enfriamiento que le permita aglutinar o dar forma a la materia. Los antiguos alquimistas tenían consciencia de las ventajas de conocer el arte de la coagulación y la dilución para curar el alma.
¿Te has despertado en medio de la noche clamando por una forma distinta de vivir?, ¿No has podido evitar sufrir por las cosas que ocurren en el mundo?, ¿El modo en que amas te ha llevado a terminar con el corazón «roto»?, ¿Has invertido mucho tiempo en aprender a estar bien?, ¿Has usado mucha de tu energía para lograr lo que deseas?, ¿Sientes que hay cosas que se te repiten una y otra vez?, ¿Tu alma está cansada de luchar? Me hice estas preguntas muchas veces.
El filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital dijo que “a menudo no sabemos lo que nos pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa”. Los años de trabajo como acompañante terapéutico me han mostrado que no es el tiempo el que cura las heridas, sino la consciencia, la luz y el amor que dotan de significado lo que nos ocurre.
No voy a entrar a explicar las razones por las que insistimos en vivir con el alma rota, separando cuerpo-alma-espíritu, pero con frecuencia encontramos la causa en viejos aprendizajes, condicionamientos, informaciones transgeneracionales, lealtades invisibles y amores ciegos.
El novelista y dramaturgo brasileño Paulo Coelho dice que no debemos permitir que nuestras heridas nos transformen en alguien que no somos. El sufrimiento evidencia las dificultades que tenemos para hacernos cargo de las propias necesidades, transitar afablemente por nuestras emociones, desplegar las energías para autocuidarnos y curar el alma.
Como el proceso es doloroso, el ego suele convencernos de tomar el camino más fácil: mantenernos ocupados para no pensar en las heridas que tiene el alma. Volvemos a esconder las experiencias difíciles y pretendemos no mirar el pesar que nos causan. Solemos proyectar el agravio en los otros, como si fueran los demás quienes nos causaran el daño. Esto es especialmente real en el caso de las relaciones de pareja.
El médico psiquiatra y analista junguiano Gonzalo Himiob, dice que la peor forma de la maldad es la carencia de imaginación. Para él, la fantasía y la creatividad son la esencia y el alimento para nuestro interior. “Un mundo sin imaginación es un mundo sin alma”, dice el dr. Himiob.
Hace catorce años, hice un acto psicomágico (una serie de acciones simbólicas que nos permite salir de la trampa genealógica, que nos lleva a repetir de modo inconsciente los enredos familiares) por primera vez. En Love Vision incluyo la experiencia de Alejandro Jodorowsky con el árbol genealógico. Para él, la familia es un sistema de imitaciones y repetición.
Gracias a la experiencia con la psicogenealogía, puedo mirar con claridad y rapidez la trampa genealógica que lleva a alguien a estancarse o a avanzar en una dirección distinta a su auténtico deseo. Alejandro dice que la lealtad a la familia nos condena a repetir los errores de nuestros ancestros. La repetición de eventos es un signo de un alma rota.
Curamos el alma cuando logramos hacer algo distinto y la creatividad se despliega. En Mateo 16:26 Jesús dice: ¿De qué te sirve ganar el mundo entero si sufres la pérdida de tu propia alma?
Curar el alma es una labor artesanal, artística, pausada, delicada, gradual y compasiva, que nos conduce a tratarnos a nosotros mismos -y a los demás- de una manera benevolente y amorosa. Eso es lo que proponemos en Love Vision, un camino de transformación en el que logramos mirar las relaciones y experiencias de vida como reflejos del propio amor, para retornar a la confianza, la entrega, la felicidad, la plenitud, la creatividad, la nutrición y la sanación que nos brinda el Amor.El Dalai Lama, líder espiritual del budismo tibetano escribió: “Ten en cuenta que el gran amor y los grandes logros requieren grandes riesgos“ ¿Te animas a acompañarme en el próximo Love Vision?