Si asumiéramos la definición filosófica hegeliana de que la realidad es aquello sobre lo cual puede enunciarse algo, un objeto, llegaremos a la conclusión de que en su discurso de rendición de cuentas a la nación el presidente Danilo Medina describió un país real, que avanza de forma tangible e indetenible. Y como la realidad puede decirse de muchas maneras, el Jefe del Estado la ha descrito, dentro del contexto geopolítico y socio-económico dominicano, de distintas formas: como existencia, actualidad, esencia, posibilidad y situación cognoscible.
Sus conceptualizaciones y cifras retratan de cuerpo entero a una nación de gobernantes y gobernados, quienes afrontan con optimismo los retos del desarrollo y la modernidad; -“tenemos motivos de sobra para el optimismo”, dijo orgulloso, refiriéndose al emprendimiento privado y a las políticas fiscal y monetaria, que han conducido un crecimiento positivo de todas las actividades económicas en el 2014. El PIB creció un 7.3 por ciento, 6.1 puntos más que el promedio de América Latina y El Caribe, que es mucho decir. Según afirmó, y no hay razón para dudarlo, el crecimiento económico nacional, ligada al contexto internacional y a la recuperación de la economía de los Estados Unidos, permitió a su administración crear 299,325 empleos formales.
El mandatario sostuvo que los nuevos empleos, unidos a la focalización de las políticas públicas, lograron que la pobreza general disminuyera desde 42.2% hasta 35.5% respecto a septiembre del 2012, es decir, 6.7%, en tanto que la pobreza extrema se situó en 7.9 por ciento.
El discurso febrerista de Medina abarcó la problemática global, con ligeras exclusiones –como la reelección presidencial, el aumento salarial y el affaire reciente con Haiti y la embajada dominicana en Puerto Príncipe, pero fue una neta rendición de cuentas, sin demagogias ni sofismas ilustrados.