La contundente victoria que ha reelecto al Presidente Danilo Medina para un segundo y último cuatrienio constitucional, tras recibir el respaldo del 61.74% de los sufragios, contados el 92% de los votos , conforme al boletín noveno de la JCE, fue vaticinada largamente por encuestadoras nacionales, de Estados Unidos, América Latina y Europa. Reconocidas voces nacionales coincidieron con tales pronósticos.
Medina ha ganado en buena lid un proceso claramente democrático, participativo, limpio y de concurrencia masiva, el cual la oposición dividida intenta empañar, porque jamás asimilará una derrota tan humillante y de proporciones históricas tanto para la República Dominicana, América Latina y la región del Caribe, como la que le ha infligido el Presidente Medina, el PLD y aliados.
En medio del revanchismo posterior a la masiva votación, prevalece un manifiesto ejercicio de deshonestidad en las expresiones de los numerosos candidatos opositores, que induce a preguntarse: ¿De veraz creían Minú Tavares, Guillermo Moreno, Pelegrín Castillo, Hatuey Decamps y los demás minúsculos, que podían ganar las elecciones? ¿Acaso ellos desconocían su bajísima o nula preferencia electoral? Mas aun: ni siquiera Luis Abinader, del PRM, el principal opositor, fue capaz de demostrar que superaba al Presidente Medina; lo más cerca fue mostrarse debajo de Medina por 5 puntos, veinte días antes de los comicios. Su plan “B” consistía, pues, en presionar a la JCE, crear desordenes, campaña mediática incluida, oponiendo el conteo electrónico al manual, desconociendo adrede que los fraudes del pasado pertenecen a la modalidad manual.
Participación Ciudadana dijo que el conteo electrónico “sacó buenas notas”, la OEA recomendó medidas para mejorar el sistema, el CONEP felicitó a Medina, entre otros apoyos.
Falta la Ley de Partidos y la del Régimen Electoral para erradicar las falencias actuales. Aprobarlas es indispensable para la debida competencia partidaria.