A pesar de que visiblemente se ha deteriorado la relación política y personal entre el Presidente Danilo Medina y el ex Presidente Leonel Fernández, las dos figuras principales del PLD, la realidad es que para restablecerla no parece necesaria la mediación de terceros. Ambos son veteranos, curtidos en difíciles encrucijadas políticas, conocedores del rol que cada uno desempeña en el quehacer nacional y conscientes de las consecuencias negativas que propiciaría el distanciamiento definitivo.
Sus lazos son antiguos y sólidos, conflictivos y de entendimiento; cualquiera puede apelar al teléfono invitando al otro reunirse para dirimir el diferendo, surgido alrededor de la reforma constitucional pro reelección del Presidente Medina, y el carácter vinculante de la decisión del Comité Político del PLD, que ordena a sus congresistas aprobar la iniciativa. Parecen personalidades con egos inflados.
Pero si terceras personas han de intervenir para acercarlos, esas deben ser sus esposas, mujeres distinguidas, inteligentes y de buen trato, la primera dama Cándida Montilla de Medina, y la Vicepresidente Margarita Cedeño de Fernández. Ambas ejercen notable influencia sobre sus esposos, son políticas y, sobre todo, están reputadas como amantes de la paz y la convivencia. Que ellas organicen un encuentro privado de las poderosas parejas, pondría un toque glamoroso y diplomático a una distensión sin precedentes e innecesaria.
El ruido y la polvareda son enormes en medio de Danilo y Leonel, provocadas por seguidores que incidentan procesos para pescar en río revuelto