Meter al excanciller Claude Joseph en el mismo saco que los líderes de las bandas criminales que aterrorizan Haití fue, más que un gesto diplomático o el ejercicio de un derecho soberano, una bellaquería que, si salimos a realizar una encuesta, la mayoría de los consultados apoyaría con entusiasmo y ánimo revanchista, pues sus permanentes críticas a la política migratoria dominicana y sus acusaciones de que somos racistas lo convirtieron en un personaje odioso e impopular. Pero es evidente que la forma, tan importante en diplomacia, no fue la mas apropiada, aunque el fondo encontrara el apoyo militante y entusiasta del nacionalismo del patio, que ya le había lanzado algunos piropos.
Por eso entre la clase política haitiana cayó tan mal el decreto que prohibió a Joseph y líderes de pandillas su entrada a República Dominicana, provocando la reacción airada de líderes políticos y exparlamentarios, que según una crónica del Listín Diario lo calificaron como repugnante y una expresión de odio hacia el pueblo haitiano.
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Y no se trata precisamente de partidarios, amigos o seguidores del excanciller sino mas bien todo lo contrario, pero esos políticos haitianos pusieron a un lado sus diferencias para exigir a su gobierno que corrija esa situación “cuanto antes”, ya que “no podemos aceptar que el nombre de Claude Joseph esté en esa lista junto a los líderes de las pandillas”.
La razón de esa expresión de “solidaridad” es muy fácil de adivinar: ellos también, al igual que Joseph, quieren politizar el tema en su propio beneficio, sin importarles que al hacerlo estén construyendo un discurso antidominicano que promueve el odio y los desencuentros entre ambas naciones.
Y esa es, desde todo punto de vista, una muy mala noticia, lo que nos obliga a estar muy atentos a lo que pasa en Haití, pero sobre todo a actuar con la cabeza fría para no dejarnos provocar por agitadores y oportunistas que no tienen nada que perder.