Es curioso, a pesar de la impetuosa expansión de la extrema derecha en todo el mundo, que amenaza con destruir los pilares fundamentales en que descansa la democracia política en la generalidad de países europeos y de esta parte del mundo, todavía algunos se empecinan en decir que no existe diferencia entre izquierda y derecha. La discusión sobre este tema es vieja, pero es en Italia, país en que las ideas socialistas o de izquierda lograron la mayor expansión y profundidad, donde Norberto Bobbio, un pensador de corte “socialista liberal”, como se definía, escribe el más sistemático texto sobre los matices que en esencia diferencian la derecha de la izquierda. Bobbio escribió su texto cuatro años después del colapso del bloque soviético, y Eso sucedió con la izquierda después del fracaso de las llamadas revoluciones de la primera mitad del siglo XIX y que alcanzó su punto más explosivo en la Francia de 1848, expandiéndose en varios países europeos. Esas ideas resurgieron con fuerza a finales de ese mismo siglo, pasando por la revolución bolchevique en 1917, hasta finales del siglo pasado. Lo mismo sucedió con las ideas ultraderechistas, que después de la segunda guerra mundial se les dio por muertas, pero hoy han resurgido con fuerza.
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Resulta lastimoso ver cómo portadores de algunas variantes del virus ultraderechista medran y hasta son activistas en espacios de grupos que dicen ser de izquierda. Y es que, en esencia, las posiciones de muchos de estos sectores sobre cuestiones importantes de política nacional e internacional son coincidentes con la ultraderecha, impidiéndoles construir una alternativa que se corresponda con este tiempo. Mientras parece inexorable el avance de la ultraderecha, la estrechez de miras de algunos determina que gasten su poca energía en descalificar a quienes entienden no son de izquierda.
Descalifican a jefes de estado como Boris en Chile, porque persiste en la coherencia que lo llevó a poder: la defensa de los valores de la libertad en todos los lugares donde cree que éstos se violan. Por ejemplo, en la Nicaragua de hoy, convertida país/ergástula por el matrimonio Ortega/murillo y su claque. La ultraderecha trata de acorralar a Petro en Colombia, a Boris en Chile y a otros gobiernos de signo progresista y desafortunadamente la izquierda coincide con ella al descalificarlos por supuesta falta de “pureza ideológica”., cobra pertinencia la advertencia de Perry Anderson al decir: “para sobrevivir como fuerza significativa, en un mundo abrumadoramente dominado por la derecha, la izquierda tendrá que ofrecer una verdadera alternativa”.
Preservar las conquistas de los sectores progresistas, por pequeñas que estas sean, es la mejor manera de construirla y de resistir el embate de la ultraderecha.