Posiblemente, esta sea la primera ocasión cuando desde el Gobierno se ha planteado introducir elementos de mecanización en la estratégica industria de la construcción y en la imprescindible agropecuaria. Aunque es un tema llevado y traído durante años, sobre todo referente a la industria azucarera, poco se ha hecho de manera formal y desde las áreas públicas. Las circunstancias nos están obligando ahora a iniciar el rompimiento de una debilidad concentrada en la mano de obra extranjera para esos dos sectores de la economía. Mucha gente recordará cuando en los años que van del 2004 al 2008 se levantó en el país un movimiento crítico al uso preferencial de la mano de obra extranjera en la industria de la construcción. Se llegó a plantear, incluso, la urgencia de prohibir el ingreso de esa mano de obra al país. Pero todo cesó cuando, de forma contundente, el secretario de Obras Públicas de entonces dijo que si tal cosa se hacía todas las obras en construcción del Gobierno se paralizarían. El reclamo, entonces, tomó otro camino. La estrategia de la mecanización posiblemente es el camino correcto. Se trata de un proceso de años, pero el Gobierno lo está estimulando con la oferta de tres mil millones de pesos para prestarlos a quienes emprendan el camino de la mecanización. Debe observarse, sin embargo, que esta no debe ser una iniciativa anclada en el deseo y en la circunstancia. Está bien que esté motorizada por una peligrosa dependencia de la mano de obra extranjera que ha mostrado sus garras, pero el Gobierno y el sector privado deben proceder con la debida ponderación, con los estudios de lugar y, sobre todo, mirando las experiencias que tenemos en la industria azucarera.
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Tanto el Central Romana como la Casa Vicini han avanzado pasos importantes en el terreno de la mecanización. Debemos fijarnos en esas experiencias, aprender de las mismas y hacer los estudios de lugar. Si lo hacemos así estaremos pisando en terreno seguro.