Los cambios pueden presentarse en varias modalidades y éstas definirán la profundidad y efectividad de los mismos. La riqueza del idioma griego, fuente alimentadora de muchas lenguas modernas, aporta dos términos que nos permiten una mayor comprensión del concepto cambio, estos son: metamorfosis y metanoia.
Hablar de metamorfosis es referirse a uno o varios cambios que modifican parcial o totalmente la forma de un determinado ente. Estas modificaciones no tocan el fondo o esencia de lo objeto de cambio, sino más bien, se limita generalmente al escenario exterior.
Por otro lado, al referirnos a metanoia hacemos alusión a un cambio mucho más profundo e intenso que producido por el proceso de metamorfosis, se trata de un cambio de mente, de esencia, de sustancia. Es una transformación que trasciende lo ordinario y por tal característica le da capacidad a quien es objeto de ésta para impactar positivamente todo su entorno.
El hombre protestante al que hace referencia Max Webber, persigue el cambio que produce libertad a través de los procesos permanentes de educación. La educación genera cambios (metanoia) sostenibles en el tiempo. La educación nos muestra el camino a la verdad y la verdad nos hace libre.
Cambiar o fabricar cosas resulta mucho más atractivo y electoralmente rentable para la clase política que trabajar en el cambio de la mente del ciudadano. Sin embargo, sólo con este tipo de cambio se logrará construir el ser humano que amerita nuestro mundo y que garantice la convivencia y el respeto mutuo a los derechos humanos.
Observar los casos que se están presentando en el país en lo relativo a la violencia, crimen y delincuencia en sus diversas manifestaciones, nos hace pensar que estamos cosechando lo que como nación hemos sembrado. Durante décadas la construcción de un nuevo ciudadano, con una nueva mente, no había sido prioridad de gobierno alguno, de ahí lo trascendental de las iniciativas que en materia de educación se están aplicando actualmente para alcanzar esa meta.