De limpiabotas a joyero: Un dominicano que brilla en NY

De limpiabotas a joyero: Un dominicano que brilla en NY

¿Cómo logra un limpiabotas, nacido en Los Mina, estar al frente de su propia joyería en el Distrito de los Diamantes de la ciudad New York? Es una pregunta que cualquier joven soñador podría hacerse si conociera la historia de dificultad y superación detrás de Fausto Javier Veloz Soriano de 44 años.

Se le conoce como Javier TheJeweler “La marca” en el “DiamondDistrict”, en Manhattan, donde se destaca como el único dominicano que forma parte de ese exclusivo comercio dominado por judíos.

“No te creas, a mí todo me da brega”, medio se lamenta Javier mientras uno de sus colaboradores, con un aparente lingote de oro recubierto en una bolsa negra, lo interrumpe para fines de trabajo y, como si se tratase de manipular el más fácil de los productos, el criollo, con un total de 56 empleados en su comercio, 52 de ellos de nacionalidad dominicana, da las instrucciones de lugar y prosigue con su relato.

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“Yo estoy aquí por una necesidad, no porque quise”, afirma mientras expresa que su pasión por el diseño de joyas se produce a raíz de una serie de sucesos que marcaron su niñez; como el empezar a trabajar limpiando zapatos con 9 años, a raíz de un desalojo en la casa donde vivía, el verse obligado a irse al campo con su familia y su regreso a la Capital, a sus 14 años, porque tenía que estudiar, pero ya sin la protección o tutoría de su abuela.

“Yo me puse a trabajar albañilería, pero no me gustaba. Es entonces cuando mi tío, artesano en Larimar y Ámbar, que ahora trabaja aquí conmigo en la parte online del negocio, me lleva a un taller y ahí comenzó mi historia”, al tiempo de reconocer que “salí juyendo de RD para NY porque las deudas que tenía en los bancos me ahogaban” mientras trabajaba joyería en Villa Consuelo.

Sin embargo, Javier no se imaginó que su decisión de migrar a los Estados Unidos en 2014 con visa de turismo, dejando a su familia en su país natal, se convertiría en una travesía que le costó casi una década “para conseguir papeles” y le acarrearía otros problemas colaterales.

Fueron incontables los momentos de escases, sufrimientos y dudas, recuerda Javier y hace referencia a algunos de esos momentos “off therecord”, hasta que logró establecerse familiar y comercialmente en Estados Unidos.

Asegura que su fe, las jornadas de trabajo de 16 horas al día y su determinación lo han llevado hasta donde está y analiza que “uno de los problemas del dominicano es pensar que cuando se emigra las cosas se consiguen de un día para otro y no es así. Yo trabajé con judíos varios años y luego descubrí mi nicho, porque estas joyerías eran dadas a diamantería, relojes y nadie se concentraba en oro”, explica.

“Un día salí de mi trabajo por un pique, con 100 dólares y debiendo la renta. Recuerdo que le hablé al señor, y le dije Dios mío yo quiero una señal a ver si yo puedo emprender en lo mío y Dios me mandó una señal con un cliente que me llamó para hacerle una medalla a su esposa y me dio 200 dólares”, a partir de esa manifestación Javier reconoce que emprendió.

“Empecé por los anillos con nombres porque era lo que yo hacía en RD y me fue mal porque trabajando cosas personalizadas nadie hace dinero. Luego me enfoqué en comprar y vender oro. Le vendí una cadena a un muchacho y luego me trajo a otro, así fueron llegando los clientes y me puse mi primera tienda en espacio bien chiquito en un sótano. Recuerdo que una santiaguera nos enseñó todo aquí, ella se hizo responsable de mi por 2 mil dólares de crédito, y yo empecé a trabajar con alguien muy popular que se ponía cadenitas con medallas, tipo soga en el cuello. Nosotros pegamos esa moda y en las discotecas empezamos a hacer negocio”.

El dominicano narra que ya para 2018 y 2019 el negocio Javier TheJeweler “La marca”, ubicado en la calle 76W con 47th St, New York, había crecido, su cuenta de Instagram también se había disparado y necesitaba darle otro matiz. “Yo siempre miraba este local y viene a alquilar una ventana allá alante” señala con su mano izquierda, mientras recuerda con cierta jocosidad que se dejó involucrar por el dueño del local (judío) en una negociación económicamente superior a la dispuesta, pero como comerciante al fin, vio una oportunidad y aceptó. “A mí me entregaron un martes 11 de marzo el local, y el 18 se cerró el mundo con la pandemia”.

Así como muchos, Javier asegura que no tenía claro por cuánto tiempo estarían sus puertas cerradas a raíz de la pandemia, y mientras veía cómo algunos negocios comenzaban a desmoronarse, “yo mismo me propuse en el 2020 que me haría rico con las ventas online”

Fue así como empezó a comprar oro en medio de la incertidumbre, “yo estaba seguro de que cuando la gente no encontrara cómo gastar su dinero lo invertiría en oro, y así fue. Me fue tan bien, que ya no quería abrir en físico. Llegué a reportar ventas hasta de un millón”, relata.

“Siempre habrá inversión en oro. Actualmente le llevamos oro a 76 joyerías de RD a nivel nacional y nunca es suficiente”, asegura y aclara que se abastece del metal precioso proveniente de China y Turquía. “No sé dónde la gente mete tanto oro en República Dominicana”, se pregunta con cierta sorpresa.

Aportes

Por día, Javier contribuye con al menos dos platos de comida caliente en la mesa de 56 personas que trabajan para él, entre ellos 52 dominicanos, y asegura que continuará respaldando a su gente. Sobre otros aportes hacia la comunidad, dice que destina una parte de sus ingresos al respaldo del deporte y la cultura.

“Además de apoyar a otros, yo quiero que mis hijas sepan siempre quién soy yo, una persona que todo le da brega, le huyo a lo mal hecho. Ellas pueden decirlo a boca llena ahí afuera y yo puedo decirlo donde sea, que nunca he caído en cosas malas, ni en robo ni engaño a nadie”, enfatiza.

Al preguntarle qué hace feliz a un hombre que prácticamente podría bañarse en oro, Javier responde que, aunque parezca cliché “yo quiero seguir logrando todo sin hacer lo mal hecho, quiero seguir sirviendo de ejemplo a esos muchachos para que continúen dando fe y testimonio que han dejado de ser peluqueros o camioneros para ser jalados a esta industria”.

Contrario a lo que podría pensarse, lleva una vida sencilla; con gastos que no superan los 300 dólares a la semana y es cercano a su familia y amigos.