El 10 de diciembre es el Día Internacional de los Derechos Humanos recordando que en 1948 se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos enunciando lo que debiera ser el “ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse”. En 30 artículos se detallan los derechos civiles, culturales, económicos, políticos y sociales “básicos” de los que debieran gozar todos los seres humanos, que debieran servir para medir el comportamiento de los Estados hacia sus ciudadanos. La Comisión de Derechos Humanos de la ONU dio forma a esos “derechos” en tratados internacionales y se redactaron dos pactos comprendiendo los dos “tipos de derechos”: el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el de Derechos Civiles y Políticos. La Declaración Universal y estos dos Pactos dieron vida a la “Carta Internacional de Derechos Humanos”.
El “inventario” de derechos civiles y políticos abarca: el derecho a la integridad personal, a la igualdad, al honor, a la vida privada y la información, los derechos políticos, y al asilo, nacionalidad, migraciones y extranjería, además, los derechos a la Administración de Justicia, el de detenidos y presos y de inculpados en procesos penales. A su vez, los derechos económicos, sociales y culturales comprenden: seguridad social, salud, educación, nivel de vida adecuado y medios de subsistencia (vivienda, alimentación, agua), derechos de familia y protección del medio ambiente y laborales, entre otros.
Todos, absolutamente todos, son iguales y debieran dársele igual importancia y relevancia. Sin embargo, no es así. A la mayoría de los derechos civiles y políticos se les da mucha más atención y entes de la comunidad internacional llegan hasta a amenazar con el uso de la fuerza a otros estados en aras de, supuestamente, garantizarlos. Sobre los económicos y sociales se habla y legisla mucho pero se hace poco a pesar de que atentan contra la vida de cientos de millones de personas. Organismos internacionales señalan que cerca de 900 millones de personas pasan hambre en el mundo y la cifra ha estado creciendo no disminuyendo. Para resolver el problema no hay “guerras”, al contrario, en buena medida, son consecuencias de guerras. Hasta en la rica Unión Europea 17 de cada 100 adultos sufren de «inseguridad alimentaria grave». Contrastantemente, anualmente se produce el doble de alimentos necesarios para alimentar al mundo pero hay amenazas de hambrunas, decenas de millones pueden morir de hambre, de ellos 1,4 millones de niños. Evidentemente, también padecemos de un problema sistémico. Acceso a educación y salud está vedado para millones y con desnutrición no puede ser adecuada ni la educación ni el aprendizaje. 152 millones de niños tienen que trabajar. 25 millones de individuos son sometidos a trabajos forzados, “esclavitud del siglo XXI”.
La ONU demanda 4,500 millones de dólares para evitar millones de muertes pero no aparecen en un mundo donde el 1% más rico posee más riqueza que el otro 99%. ¿De qué sostenibilidad y garantía de derechos humanos se habla?