Quisiera uno escapar de los tiempos confusos, en los cuales se mezclan, se apretujan y se confunden las realidades nacionales antagónicas. Me dirán que de la única manera en que las cosas son claras es en el horror de una dictadura: si usted no se mete con el tirano, si no perjudica en alguna forma sus intereses, directos, indirectos o previsibles, no tiene problemas. Todo es cuestión de que no se afecte el gran poder y tal condición está palmariamente expuesta. No se trata de un juego de disfraces, de un monumental enmascaramiento, de una acongojante fiesta de disfraces. Se trata del rostro feo, asustante y peligroso del alto delincuente.
Tenemos un progreso superficial mezclado con viejos atrasos, con deleznables prácticas que apenas resisten maquillaje. Se trata de un hartazgo de exquisiteces mezclado con tenebrosas carencias de lo elemental. Un gastar en lo que no se debe, a un costo solo explicable por las “comisiones”, por el manejo inmoral de los recursos públicos en favor de grupos políticos cuyos jerarcas se hacen multimillonarios de la noche a la mañana.
Tenemos unos 32 senadores y 190 diputados, ahítos de dinero, pero que no pueden considerarse realmente representantes y defensores de las necesidades regionales.
Habrá excepciones, pero la inmensa mayoría de los “representantes del pueblo” representan sus propios intereses.Ahora, ¿cuál candidato presidencial se atrevería a
reducir el absurdo número de nuestras provincias, a propiciar un sistema legislativo unicameral, solo con diputados, especialmente honestos y valientes?
Que los tenemos.
Hombres y mujeres resistentes a los vientos negros, gente aferrada a lo veraz, a lo positivo.
Tenemos una cantera en esos jóvenes cuyas ideas, actividades y sorprendentes logros nos asombran e iluminan el alma en cada nueva publicación que en primera página y con amplio despliegue salen en la sección “Juventud Hoy”.
Realmente este periódico trae al público lector un aire fresco al importantizar correctamente los valores de nuestra juventud, porque empezamos a ver, con pruebas tangibles, cómo los jóvenes brillan en el concepto del esfuerzo, el trabajo, el sacrificio y las altas metas limpias que los mueven, cuyos frutos se empiezan a ver.
En cuanto al manejo del Estado, el presidente Medina se ha quedado corto en cambiar malas prácticas. Campea la impunidad, las leyes no se respetan, tampoco los derechos ciudadanos a la protesta pacífica. La Policía está casi tan mal como en sus peores tiempos, la clase política manifiesta un descaro inusitado en su vieja tendencia a la “compra-venta” y se ha perdido el relativo pudor con que se manejaban los políticos de profesión en otras épocas de regímenes “democráticos”.
¡Cuánto me refrescó el hecho de que una personalidad de la importancia de Franklin Báez Brugal en el mundo empresarial llevara a cabo una intervención excelente en presencia del presidente Medina! Sin propósitos politiqueros, apegado firmemente a verdades que tal vez desconozca el presidente a causa de los maquillajes y eufemismos interesados de “colaboradores” que siempre zumban junto a los oídos de los mandatarios.
Me permitiré recordarle al presidente Medina (ojalá lea estas líneas, in extenso) aquel sabio consejo atribuido a Voltaire: “Dios mío, defiéndeme de mis amigos, que de mis enemigos me defiendo yo”.