Ya está confirmado y reconfirmado que se producirá un cruce de macos, cacatas y culebras en las elecciones municipales y congresionales, que como consecuencia de esas extrañas alianzas pueden ser definidas como un arroz con mango electoral en el que, desde ya, se anticipa habrá una segunda vuelta. Por un lado tenemos a un partido surgido de la izquierda “revolucionaria” como el PTD que, transformado como por arte de magia (o del dinero) en la Fuerza del Pueblo, se convierte en la madriguera de las fuerzas más “reaccionarias” del espectro político dominicano, que en lo adelante capitaneará el expresidente Leonel Fernández junto a su líder, el patriarca de la derecha ultraconservadora Marino Vinicio –Vincho– Castillo y su Fuerza Nacional Progresista (FNP). Al otro lado tenemos a un gobernante PLD que hace tiempo dejó de ser el partido que fundó el profesor Juan Bosch, de lo que son responsables tanto los que se fueron como los que se quedaron porque ocurrió cuando juntos compartían golosos el festín del poder, que de aquí a febrero tratará de recuperarse de la crisis divisionista que lo dejó maltrecho para volver a ser una exitosa maquinaria electoral, para lo cual los recursos no le van a faltar. Y en el medio, porque sigue enviando señales confusas como el que no sabe cuál es el camino que le corresponde seguir, está el PRM, hasta ahora el principal partido de oposición, que en este proceso tiene la oportunidad de demostrar que quiere cambiar todo lo que está mal en la política dominicana, que para poder regenerarse necesita jubilar primero a los predestinados que se creen insustituibles. O si prefiere, en cambio, el camino más fácil y expedito aliándose a los que hasta hace poco consideraba indignos de dirigir los destinos del país por corruptos y ladrones, con lo que estaría privando a un elector hastiado de más de lo mismo de la posibilidad de votar por una opción verdaderamente distinta.