Si acaba de aparecer, como leí en un titular, otro “Mantequilla”, es porque por ahí andan miles de incautos dispuestos a caer en la tentación de la codicia, uno de los siete pecados capitales, y dejarse estafar en pesos o en dólares a cambio de la promesa de obtener grandes ganancias en muy poco tiempo.
Contra Jairo González, propietario de la empresa Harvest Trading Cap, se han depositado en la Procuraduría 50 querellas de personas que alegan haber sido estafadas con más de cien millones de pesos que le entregaron para que los invirtiera, con una ganancia del diez por ciento mensual, en los mercados internacionales de capitales y criptomonedas.
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Lo que se sabe es que González Durán insiste en que invirtió ese dinero, tal y como prometió, en criptomonedas, pero sus clientes no han visto un chele de las ganancias, y para colmo o no les coge el teléfono o se escabulle detrás de una y mil excusas para no cumplirles con el pago, entre ellas la guerra entre Rusia y Ucrania. También se sabe que lleva una vida de opulencia que ayudó a convencer a sus clientes de que trataban con un empresario próspero al que podían confiarles su dinero, con el que será muy difícil, como ya se ha visto en otros casos, que vuelvan a juntarse.
Pero a ninguno de los que se querelló contra Jairo se le ocurrió verificar si su empresa estaba registrada en la Superintendencia de Valores, como exige la ley para hacer negocios con criptomonedas, como tampoco se le ocurrió a los clientes de Mantequilla averiguar cuál era “la fórmula mágica” con la que prometía multiplicarles el dinero.
Y es que la codicia, la promesa de una ganancia fácil y rápida, obnubila la mente de cualquiera, como ha vuelto a demostrarse con el caso de Jairo y toda la gente a la que habría logrado engañar.
Aunque también hay una explicación mucho más sencilla, que se resume con una expresión popular muy utilizada por el tigueraje criollo: todos los días sale un pendejo a la calle.