De miedos y temores

De miedos y temores

Por Julio Ravelo Astacio

Yo nunca he sentido miedo”, “Eso se hizo para las mujeres”, “A los hombres no les
da miedo”. Son algunas de las afirmaciones que a veces se hacen con relación a este estado que, por lo general, de una u otra manera, toda persona ha sufrido.

El miedo es una perturbación del estado de ánimo en que se pierde la confianza en los propios recursos para afrontar situaciones concretas, que son percibidas como peligrosas para el sujeto. El peligro puede ser real o imaginario, presente o proyectado en el futuro, pero siempre produce disminución en la sensación de seguridad.

Todo ser humano ha sentido miedo. Se puede considerar como una emoción normal, pero debemos distinguir entre el miedo normal y el patológico. La existencia de una amenaza real nos produce temor, se trata de un miedo normal. Pero cuando la reacción es excesiva o no guarda relación con la causa desencadenante se convierte en anómala. Así, por ejemplo, si tomamos en cuenta el momento de violencia e inseguridad que en los últimos tiempos vivimos los dominicanos, podríamos pensar en que nos pueden atracar al salir a la calle. Pero si pensar en esa posibilidad nos impide salir de la casa, este miedo sería patológico.

El miedo es una respuesta o reacción a un peligro. Es una respuesta aprendida. Los niños son los que con mayor facilidad pueden recibir la reacción de miedo de su entorno o ser influenciados por el miedo de los adultos. En nuestros pueblos y comunidades existen miles de ejemplos como cuando se quiere obligar al niño a comer, dormir o hacer sus tareas, porque de lo contrario: “viene el cuco, “el viejo con el saco, “el policía”, “el doctor te pondrá una inyección”. El miedo tiene fuertes raíces culturales. Cada cultura tiene sus propios generadores de miedo.

Así podemos notar, como con los números a los que se le atribuye mala suerte cambian en cada región o continente. En Japón ese número es el 9, Italia el 17, China el 4, India el 26, USA el 191, en Occidente la mala suerte la trae el 13. Por ello podrán ustedes notar que en muchos hoteles no existe el piso 13, igual ocurre con algunas líneas aéreas: se pasa del 12 al 14 para evitar el número de la mala suerte y darle tranquilidad al usuario muy supersticioso. Conviene precisar que esta tendencia a meter miedo no resulta nada beneficiosa. Por suerte, una mayoría la supera, pero otros en cambio, desarrollan una personalidad insegura, temerosa.

Por otra parte, existen miedos que son el resultado de experiencias traumatizantes. Quienes sobreviven a accidentes de vehículos, asaltos, raptos, incendios, temblores de tierra, inundaciones, violaciones, etc., desarrollan miedos y temores que los acompañan durante semanas o meses, para ir desapareciendo con el paso del tiempo. Vale la pena destacar que algunos casos no ceden hasta recibir ayuda profesional.

El miedo no sólo lo vivimos en el plano psicológico, sino que también tiene importantes manifestaciones somáticas, resultado de la acción del sistema neurovegetativo tales como: intranquilidad, insomnio, sudoración, temblor, palpitaciones cardíacas, deseos frecuentes de orinar, diarreas, sensación de falta de aire.

En muchas ocasiones las manifestaciones psicológicas y somáticas pueden ir precedidas por la extraña sensación del “miedo a tener miedo”. Es esta emoción que bloquea a quien la sufre y lo incapacita para desenvolverse con normalidad. Dos conductas pueden entonces surgir: “la evitación” y “la huida”.
Quien sufre el miedo con estas características evita toda situación en que pueda aparecer, bloqueando su propia actividad. Otros en cambio huyen en cuanto aparece el miedo. En ambos casos, la persona tiende a aislarse y distanciarse de los demás, con las consecuencias negativas que ello implica.

¿Ha sentido usted miedo? ¿Le teme a algo?, no se preocupe, el miedo también tiene como todo, su parte positiva. Nos condiciona en muchas de nuestras respuestas. Nos hace más cautelosos y muchas veces nos permite preservar la vida.

De “miedos y temores” todos tenemos un poco, pero no trate de atemorizar a sus niños, no les meta miedo. Al contrario, trate de generar a su alrededor un ambiente de seguridad y confianza. Así, estará contribuyendo a su estabilidad emocional.

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