El triunfo político de Donald Trump y la muerte de Fidel Castro son dos noticias de primer rango. Ambas reclamaban primera plana y letras de gran tamaño. Sobre este punto no hay discusión. Donald Trump ganó las elecciones de los EUA diciendo todo lo que no se atrevían a decir los demás candidatos. Declaraba “inconveniencias políticas”, increpaba a los medios de comunicación tradicionales, “agredía” a los emigrantes indocumentados, no respetaba las normas aceptadas de lo “políticamente correcto”. Era incorrecto en todo, excepto en el cuidado de su pelo. Su complejo peinado dio lugar a ilustraciones a color para camisetas de campaña; al elefante republicano le creció un crin amarilla.
Los expertos políticos del “stablishment” daban por seguro el triunfo de Hillary Clinton. Prestigiosas revistas “de alta circulación” dedicaron sus portadas a la señora Clinton; debieron recoger ediciones completas y destruir miles de ejemplares. La sorpresa del éxito del magnate de bienes raíces ha desatado comentarios apasionados. Poca gente puede “examinar en frío” un suceso que no esperaba. Algunos comentaristas apuntaron que los negocios inmobiliarios no pueden “mudarse de país”. En cambio, empresas industriales, comerciales y entidades financieras, operan en todos los países; y contratan mano de obra extraterritorialmente. Robert Reich, antiguo Secretario de Estado de Trabajo en el gobierno de Bill Clinton, escribió un libro titulado “El trabajo de las naciones”.
El título de ese libro es una suerte de parodia de “La riqueza de las naciones”, obra capital del economista Adam Smith. Trump hizo girar un trompo alrededor del empleo de los trabajadores norteamericanos. Zonas francas en medio mundo, son inversiones norteamericanas que emplean trabajadores extranjeros; lo cual quiere decir “desemplear” a los del propio país. Es posible que este punto haya influido en el inesperado triunfo electoral de Donald Trump.
Trump entra en escena como Presidente conservador de los Estados Unidos; Fidel Castro sale del mundo político revolucionario de las Antillas, donde fue figura estelar durante más de cincuenta años. ¿Habrá menos prosperidad en los EUA con el ascenso de Trump? ¿Llegarán menos turistas a La Habana con la desaparición de Fidel Castro? Son dos preguntas económicas que se hacen los hombres de negocios, tanto en Santo Domingo como en Nueva York.