De entre las piedras, la encina y el haya, de entre un follaje de hueso ligero surte un acero que no se desmaya:
surte un acero.
Una ciudad dedicada a la brisa, ante las malas pasiones despiertas abre sus puertas como una sonrisa:
cierra sus puertas.
Un ansia verde y un odio dorado arde en el seno de aquellas paredes.
Contra la sombra, la luz ha cerrado todas sus redes.
Esta ciudad no se aplaca con fuego, este laurel con rencor no se tala.
Este rosal sin ventura, este espliego júbilo exhala.
Puerta cerrada, taberna encendida: nadie encarcela sus libres licores.
Atravesada del hambre y la vida, sigue en sus flores.
Niños igual que agujeros resecos, hacen vibrar un calor de ira pura junto a mujeres que son filos y ecos
hacia una hondura.
Lóbregos hombres, radiantes barrancos con la amenaza de ser más profundos.
Entre sus dientes serenos y blancos luchan dos mundos.
Una sonrisa que va esperanzada desde el principio del alma a la boca,
pinta de rojo feliz tu fachada, gran ciudad loca.
Esa sonrisa jamás anochece: y es matutina con tanto heroísmo, que en las tinieblas azulmente crece como un abismo.
No han de saltarle lo triste y lo blando: de labio a labio imponente y seguro salta una loca guitarra clamando
por su futuro.
Desfallecer… Pero el toro es bastante.
Su corazón, sufrimiento, no agotas.
Y retrocede la luna menguante
de las derrotas.
Sólo te nutre tu vívida esencia.
Duermes al borde del hoyo y la espada.
Eres mi casa, Madrid: mi existencia.
Miguel Hernández
Mi esposo Rafael y yo tuvimos que salir huyendo en marzo 2020. Estábamos en Madrid y la COVID-19 era una realidad lejana, eso pensábamos, que se desarrollaba en una ciudad exótica china llama Wuhan. Nos pasaríamos todo el mes, yo realizando una estancia de investigación y el marido acompañándome y utilizando su tiempo en lecturas atrasadas.
De repente todo cambió.
El miércoles 11 de marzo las autoridades españolas informaron a la población que cerraría el país. Ya Italia estaba infectada y las alarmas se dispararon por todo el mundo. Ese día recibí muchos, muchos mensajes de familiares y amigos advirtiéndonos que también cerrarían la República Dominicana. Al día siguiente, jueves 12 de marzo, nuestra querida amiga, la historiadora Consuelo Naranjo, nos llevó al aeropuerto para ver si podíamos cambiar el pasaje.
Nos pusieron en lista de espera para el viernes 13 (¡Qué día!). La espera de ver si podíamos salir a nuestro país fue larga y angustiante. Lo logramos. El viaje fue más largo y tenso que lo acostumbrado. Pero llegamos con bien. Al otro día el mundo se detuvo. Todos estábamos en cuarentena esperando lo peor.
De este suceso vivido por todo el mundo en la faz de esta tierra han transcurrido 18 meses. Ahora hay variantes, una de ellas, la más letal, la Delta, azota nuestro país. Las vacunas han hecho sus efectos, a pesar de las posiciones insensatas de algunos de NO VACUNARSE. De hecho, en Estados Unidos se han registrado aumentos considerables de contagios entre la población no vacunada.
Se han vuelto a abrir las fronteras. Por esta razón, puedo volver a mi amado Madrid. Reinicio la estancia de investigación que tuve que abandonar y continúo otro mes completo. Me esperan muchos libros, visitas a bibliotecas, discusiones con colegas y muchas, muchas horas de lecturas y escritura. Paralelamente, participaré en seminarios y conferencias en diferentes lugares de España y Europa.
Me han preguntado muchas personas si no tengo miedo de irme tan lejos en medio de la pandemia. Mi respuesta es afirmativa, pero le respondo a todo aquel que osa cuestionar mi decisión: la vida es un riesgo. Todavía tengo en mi corazón y mi mente el sufrimiento de mi querido hermano Ping Jan, a quien la COVID le arrebató la vida después de un largo, larguísimo mes de dolorosa espera para un doloroso desenlace. Hay que aprender a vivir en medio de esta pandemia, que vino para quedarse. Tomaré mis precauciones, distanciamiento y mascarilla, y seguiré haciendo mis planes.
Tengo en proyecto un nuevo libro que trabajará la estética de la resistencia, la identidad como camino sinuoso y retomaré el tema de los olvidados y marginados del discurso en este proceso de definición identitario en América Latina y el Caribe: los chinos migrantes.
A partir de ahora les ofrezco una bitácora detallada de esta estancia tan anhelada. Mis reflexiones y vivencias en un mundo tan cercano y lejano al nuestro. Continuaré con mis reflexiones críticas sobre el devenir de nuestro país y del mundo; y volveré a ser testigo de la realidad política de España, que hoy día vive un confuso y difuso liderazgo político. Caminaré de nuevo por las calles de Madrid. Y disfrutaré de sus maravillosas edificaciones y de sus exquisitos jardines.
Madrid, Madrid, Madrid
Cuando llegues a Madrid, chulona mía
Voy a hacerte emperatriz de Lavapiés
Y alfombrarte con claveles la Gran Vía
Y bañarte con vinillo de Jerez
En Chicote un agasajo postinero
Con la crema de la intelectualidad
Y la gracia de un piropo retrechero
Más castizo que la calle de Alcalá. Agustín Lara. (Fragmento)
Se han vuelto a abrir las fronteras. Por esta razón, puedo volver a mi amado Madrid.