Es muy posible que la suma de las muertes ocasionadas por el odio que conduce a la intolerancia y a la violencia de carácter político, religioso, racista y xenófobo sea mucho mayor que las originadas por todas las pandemias que a lo largo de la historia han segado millones de vidas. Lamentablemente, esa perenne pandemia solo la recordamos cuando acontece una de las recurrentes matanzas de corte racista en algún centro educativo de los Estados Unidos, o cuando ocurren determinadas y frecuentes acciones terroristas individuales, de grupos o de estados que, en nombre de inverosímiles “causas”, en otros países causan las más absurdas matanzas.
En nombre del supremasismo blanco o de cualquier etnia y de “limpieza étnica”, en innumerables países se han cometido las más atroces barbaries, pero también nombre de una creencia, cultural, política contra los “diversamente” pensantes o de opción sexual. En ese sentido, en todas partes del mundo se construyen las más descabelladas teorías de las conspiraciones, defendidas con abigarrados argumentos. Aquí tenemos un grupo que, generalmente bajo la sombra del poder de turno, predica permanentemente entre sus feligreses el disparate de la imaginada conspiración de “tres potencias para imponer sus agendas” fusionistas, proabortistas y de género”.
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Ese grupo, con su permanente prédica del odio a través de sus variopintos seguidores en redes sociales y en medios de comunicación, mantiene vivo uno de los aspectos más ominosos de la dictadura trujillista: el odio de signo racista y xenófobo. En ese sentido, es pertinente que en esta y las venideras fechas de recordación del ajusticiamiento de Trujillo, también se recuerde la masacre o corte del 37. No olvidarla, porque las recurrentes acciones tipo progroms contra nacionales haitianos o de dominicanos de ese origen asentados en comunidades o espacios urbanos podrían terminar en masacre, con funestas consecuencias políticas, económicas y morales para la conciencia colectiva de esta nación.
El acoso, la agresión física y verbal de un grupito ultranacionalista contra haitianos asentados en la urbanización Ciudad Juan Bosch, el cuestionable manejo de esa circunstancia y los apresamientos violentos, masivos y violatorios de elementales derechos humanos son absolutamente inaceptables, porque provocan el pánico en una población esencialmente generadora de riqueza para este país. Vivir con el terror de que un día pueden irrumpir tu casa, destruirla, desaparecerte o mandarte fuera de este país en gran medida nos recuerda lo que vivimos muchas familias antitrujillistas.