¿Qué cuántos años tengo? ¡Qué importa eso! ¡Tengo la edad que quiero y siento! La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o lo desconocido… Pues tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo! ¡No quiero pensar en ello! Pues unos dicen que ya soy viejo otros «que estoy en el apogeo». Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte. Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: ¡Estás muy joven, no lo lograrás!… ¡Estás muy viejo, ya no podrás!… Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. Tengo los años en que los sueños, se empiezan a acariciar con los dedos, las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. y otras… es un remanso de paz, como el atardecer en la playa. ¿Qué cuántos años tengo? No necesito marcarlos con un número, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas… ¡Valen mucho más que eso! ¡Qué importa si cumplo cincuenta, sesenta o más! Pues lo que importa: ¡es la edad que siento! Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos ¿Qué cuántos años tengo? ¡Eso!… ¿A quién le importa? ¡Tengo los años necesarios para perder ya el miedo y hacer lo que quiero y siento! Qué importa cuántos años tengo. o cuántos espero, si con los años que tengo, ¡¡aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!! José Saramago
El año 2020 constituyó un sismo en nuestras vidas. Todo se detuvo. Un bicho agresivo nacido en China nos arrebató la rutina y nos obligó a detenernos para pensar. La vorágine cotidiana nos hacía olvidar por qué existíamos, solo vivíamos para acumular cosas, no para SER. El COVID-19, una gran tragedia para el mundo nos está obligando a repensar la vida. Nos ha evidenciado con creces que el maltrato al medio ambiente debe detenerse. Nos está diciendo, en medio del dolor y el temor, que la vida debería tener otro sentido.
Han muerto muchas personas Ahora tenemos la esperanza de vacunas preventivas, pero mientras inicia la vacunación, aparecen dos nuevas cepas más fácilmente contagiosas. Y, entre tanto, en lo que se espera una segunda ola, muchos dominicanos, de todos los sectores sociales, olvidan el distanciamiento físico, el uso de la mascarilla y ofrecen fiestas multitudinarias a fin de expandir más rápido el virus. ¡Cuánta insensatez! ¡Cuánta desfachatez!
En lo personal, me he pasado prácticamente el año, desde mitad de marzo para ser más específica, encerrada en la casa, acompañada de mi inseparable computadora, tecleando sin cesar. Hice mi propia rutina. Dedicaba algunas horas a mis labores administrativa-académica, luego escribía, escribía, escribía sin parar. En la noche paraba para ver alguna serie de televisión. Y al otro día volvía a lo mismo, intentando siempre hacer algún ejercicio físico.
Mis dedos fueron prolíferos este año. Finalicé de revisar el borrador de mi libro “Volviendo al Caribe”, que fue publicado por la Editorial de UNIMAGDALENA. Fue puesto a circular en la Feria del Libro de Santa Marta, Colombia. Y tuvimos la suerte de que la Feria del Libro sobre el Caribe que se presenta en México, lo colocó en su programa. Consuelo Naranjo, mi querida amiga Chelo, lo presentó en ambos eventos.
El 15 de diciembre la Universidad Ana G. Méndez también nos ofreció su espacio para dar a conocerlo. Mi querido amigo Antonino Vidal me hizo el favor de comentarlo. Todavía no ha llegado al país. Este libro es una síntesis sobre mis reflexiones sobre el tema caribeño. Abordo dos temáticas centrales que han guiado la discusión: las plantaciones y la integración.
El primero ha sido un eje transversal que se mantiene a pesar de que han pasado varios siglos del fin del modelo económico de plantaciones; sin embargo, todavía hoy, muchos intelectuales defienden que este hecho histórico modeló la identidad principalmente de los caribeños insulares, en especial las islas que fueron colonizadas por Francia e Inglaterra. El segundo se refiere a la integración caribeña, un sueño acariciado desde el siglo XIX por nuestros líderes, que ha continuado en todo el siglo XX y todavía, en el primer cuarto del siglo XXI sigue siendo una utopía. El resto del libro intenta seguir conociendo el Caribe a través de sus obras escritas y comunicando mi experiencia personal de viajes por el Caribe insular y continental.
El segundo libro que escribí durante la pandemia se titula “La mujer china. Del dolor a la esperanza”.
En la primera parte de esta obra presenta un ensayo sobre la marginalidad de la mujer china a partir del pensamiento confuciano. La segunda parte aborda la misma problemática, pero tomando como punto de partida para la presentación novelas escritas, por eso le llamo “el drama novelado”.
Me sirvieron como base las tres novelas de Lisa See (El abanico de seda, El Pabellón de las Peonías y Dos chicas de Shanghái); una de Pearl S. Buck (Vientos del este y vientos del oeste) y de Amy Tang (El Club de la Buena Estrella). Esta obra será publicada por el Archivo General de la Nación.
El tercer libro que está listo para revisión y edición ha sido escrito por José Chez Checo y yo.
Era un viejo sueño acariciado hace una década y que por fin verá la luz. Contamos con la ayuda del Instituto Nacional de la Migración. Se titula “La migración china a República Dominicana”, y aborda la problemática de los procesos migratorios de los chinos desde el siglo XIX hasta el año 2018, momento en que se firma el acuerdo entre los gobiernos para iniciar las relaciones diplomáticas.
Con esta obra cumplimos nuestro homenaje a nuestros padres, dos chinos que salieron huyendo de la guerra a mediados del siglo XX, y convirtieron a la República Dominicana, primero en su sociedad de acogida, y después, por qué no, en sus patrias.
Así pues, como pueden ver, el encierro ha sido provechoso, porque he tenido tiempo de escribir, a pesar de que extraño a la familia y a los amigos. ¿Qué espero para el año 2021? En lo personal, seguir tecleando hasta que mis dedos se agoten. Escribir para vivir, escribir para soñar y escribir para olvidar.
Del resto del mundo no tengo grandes expectativas. El COVID seguirá, lamentablemente, normando el curso de nuestras vidas. La vacuna, mejor dicho, las vacunas evidenciarán las asimetrías y los privilegios de los más poderosos. Los países pobres la recibirán después, quizás como una limosna más. Espero equivocarme. De todas maneras, vale la pena soñar. Esperemos con ansias la vacuna.
Mientras espero, seguiré tecleando mi computadora, escribiendo, escribiendo, escribiendo… que es de las cosas que más amo… además me ayuda a soportar mi burbuja existencial de seguridad ante la amenaza.
¡Que este 2021 nos haga renovar la esperanza en el futuro y en la humanidad!