El Tratado de 1929 prohíbe construir obras que mermen caudal del río
La Constitución en su Capítulo III sobre el Territorio Nacional, en el Articulo 9, plantea claramente que el territorio de la República Dominicana es inalienable y que está conformado por la parte oriental de la isla de Santo Domingo, sus islas adyacentes y el conjunto de elementos naturales de su geomorfología marina. Sus límites terrestres irreductibles están fijados por el Tratado Fronterizo de 1929 y su protocolo de Revisión de 1936.
Las autoridades nacionales deberán velar por el cuidado, protección y mantenimiento de los bornes que identifican el trazado de la línea de demarcación fronteriza, de conformidad con lo dispuesto en el tratado fronterizo y en las normas del Derecho Internacional.
Sobre el fundamento del conocimiento cabal del mandato constitucional, que con claridad meridiana define los límites de nuestro país y sabiendo que la división de la isla en dos partes, este y oeste, data desde el 1776, cuando el gobernador español José Solano Bote y el conde francés Annery decidieron fijar el río Dajabón, conocido en francés como Riviére Massacre como frontera en el norte y el río Pedernales en la parte sur; determinación que fue ratificada en el Tratado de Aranjuez de 1777. De ahí que las autoridades nacionales están en el deber de cuidar y proteger estos ríos.
Particularmente ahora que las autoridades haitianas han dado inicio a la excavación de un canal de riego para extraer agua del río Masacre, que nace en la montaña Pico del Gallo, en el municipio de Loma de Cabrera, con una longitud de 55 kilómetros.
En la actualidad el río Masacre solo es fronterizo en 5 kilómetros, desde las inmediaciones del destacamento del CESFRONT en el sector La Bomba, hasta cerca de la toma de agua del canal La Vigía casi frente al edificio de Aduanas.
El Tratado de Fronteras Dominicano-Haitiano del 21 de enero de 1929 concertado durante el Gobierno de Horacio Vásquez y que fue luego ratificado en 1936 en el mandato de Rafael Trujillo, plantea que la República Dominica ni tampoco Haití pueden construir obras de ninguna especie que implique un desvío que merme el caudal del referido río fronterizo.
Gracias a Dios que el Masacre nace en tierra quisqueyana, de lo contrario, hace tiempo que los árboles que cubren su cuenca de 858 kilómetros cuadrados, hubiesen sido convertidos en carbón vegetal para asar churrascos en residencias extranjeras continentales.