Abinader se montó en el movimiento anticorrupción para llegar al poder
Muchos presidentes cometen errores que se revierten contra ellos y no se corresponden con la inteligencia que han necesitado para llegar al poder. Me refiero aquí a los casos de Leonel Fernández y Danilo Medina.
En el 2010-2011, la República Dominicana registró uno de los movimientos sociales más innovadores y efectivos: la lucha por el 4% del PIB para la educación. Ese monto se había consignado en la Ley General de Educación de 1997, pero no se había asignado nunca.
Leonel Fernández se resistió a reconocer los méritos de la demanda por el 4%, a pesar de haber sido el presidente que más había hablado de la importancia de la educación para el desarrollo del país. Su negatividad contribuyó a desgastar su Gobierno en el último tramo.
Al llegar las elecciones presidenciales de 2012, los candidatos firmaron un pacto por la Educación Digna, donde se comprometieron a destinar el 4% del PIB a la educación. Danilo Medina, candidato del PLD, firmó el pacto, y, después de ganar las elecciones, destinó esa cantidad al Ministerio de Educación en su primer presupuesto.
Esa acción contribuyó a elevar los niveles de aprobación de Medina durante su primera gestión (2012-2016), junto a la renegociación del contrato con la Barrick Gold, las visitas sorpresa, y la recuperación de los terrenos de Bahía de las Águilas.
En aquel momento me referí a todas esas medidas como “recursos populistas”, mediante los cuales, Medina concitó una alta aprobación que permitió su reelección en el 2016 con 62% de los votos. Así, lo que Leonel no quiso hacer, lo hizo Danilo, y le sirvió para gobernar con amplia aprobación en sus primeros años.
En el segundo período (2016-2020), Medina olvidó el recetario que le había sido efectivo en el primero. Nunca pudo dar respuesta efectiva a las demandas del movimiento Marcha Verde contra la corrupción y la impunidad, que surgió en enero de 2017 en reacción al escándalo Odebrecht.
Luego, en marzo 2019, Medina permitió ante sus ojos la vejación por parte del exprocurador general Jean Alain Rodríguez, a la jueza Miriam Germán en su entrevista en el Consejo Nacional de la Magistratura. Aquella acción dejó el país tan indignado como Odebrecht.
Ante el reprochable acto, Danilo Medina tenía una sola opción honorable: pedir excusas a la magistrada y cancelar al procurador. No lo hizo, y su destino quedó sellado por ese grave error de omisión o asociación.
En perspectiva, así como Medina utilizó el 4% del PIB para elevarse sobre Leonel Fernández, Luis Abinader se montó en el movimiento anticorrupción para llegar al poder y elevarse sobre Danilo Medina con una procuradora general de gran estima que, de no haber sido por aquella vejación, difícilmente hubiese sido nombrada por no ser un cuadro partidario.
La persecución de la corrupción pública que lleva a cabo actualmente la Procuraduría General muestra el uso de una metodología que, de persistir, tendrá gran impacto: las delaciones premiadas.
Es una forma expedita de identificar evidencias y desmoronar complicidades con narrativas excitantes para una ciudadanía ávida de historias sobre los desvaríos del poder.
Como se ha visto en otros países, los fiscales y jueces realizan la primera intervención en el develamiento de los entramados de corrupción, la ciudadanía observa y comenta con alegría o indignación, y los políticos bregan con las consecuencias adversas o favorables.
Hasta dónde llegará el Ministerio Público pinchando pus en un país de corrupción ancestral y sistémica es una de las principales interrogantes de la política actual dominicana.
De persistir, la persecución de la corrupción pública de la Procuraduría tendrá gran impacto