La democracia, la democracia… este concepto, este valor, esta forma de gobierno, es repetida con mucha frecuencia en la sociedad y se usa de forma indistinta en los diferentes escenarios de nuestro diario vivir. ¿Pero sabemos exactamente lo que implica vivir en democracia?
Para dar respuesta a dicha interrogante, me permitiré acuñar una frase histórica, muy poderosa, que desde mi punto de vista, es la síntesis más exacta de lo que quiere significar la democracia. Hago referencia a la pronunciada por el decimosexto presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, quien en el 1863, en su lucha por abolir la esclavitud y reiterar la condición de igualdad que existe entre todos los seres humanos, sentencio que la democracia es:“El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
Partiendo de esa aseveración que hace Lincoln, podemos empezar a revisar la democracia que existe en nuestro país, presumiendo que esta debe estar sujeta a responder a los derechos fundamentales de la población dominicana, no a los intereses y apetencias de pequeños grupos económicos.
Entendiendo que la democracia busca garantizar los derechos de la colectividad, es que nuestra constitución en su artículo 2, confirma la apreciación de Lincoln, toda vez que indica que: “La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, de quien emanan todos los poderes”.
La realidad dominicana está muy distante de lo que en esencia promueve la democracia, para ellos basta con revisar los privilegios de los cuales gozan una elite de nuestra sociedad, quienes acumulan todas las riquezas que se producen en el país, pero además, avanzan cada día en su afán de adueñarse de la mayoría de los bienes del colectivo.
Esta situación es fácil de determinar cuándo se revisa el crecimiento económico que ha tenido la República Dominicana durante las últimas décadas, donde el mismo lo único que ha generado, es ampliar el circulo de la miseria. Esto se puede confirmar en los datos que ofrece Oxfam en su informe “Privilegios que niegan derechos”, donde revela que 265 millonarios del país ganan 4,079 veces más que 2 millones de pobres.
Es impresionante escuchar a los representantes del CONEP hablar de democracia y sobre todo apelar a principios como la libertad y la igualdad, cuando son ellos quienes someten a sus empleados a vivir en la miseria extrema, con salarios de hambre. Un obrero dominicano ganando 9 mil pesos al mes, salario promedio en las empresas del CONEP, necesitaría 126 años para alcanzar el ingreso mensual promedio de un multimillonario dominicano.Oxfam 2016
La democracia de los ricos procura esconder esta realidad, ocultando la pobreza en que vive la mayoría de los dominicanos, donde más de 600 mil jóvenes ni trabajan de ni estudian, porque este modelo solo beneficia a unos pocos. BM 2016
Es muy lógico que una población excluida y con la necesidad de sobrevivir, en una sociedad que promueve el consumo irresponsable y humillante, que se puedan generar olas delincuenciales. Pero la pregunta obligada es: ¿por qué los impuestos que cobra el Estado son insuficientes?
La respuesta es simple, porque la mayoría de los impuestos son indirectos, es decir, quienes terminan pagando son los consumidores, la población que menos tiene. Esto se puede ver en las exenciones fiscales, dondeel 69 % de esas exoneraciones benefician a industrias privadas, zonas francas, sector eléctrico.
En la democracia de los ricos nunca faltan los defensores, esos que comprometen su pluma, que les ponen precio a su voz, aquellos que manipulan el conocimiento, para crear una ficticia libertad, donde condenan al pobre que delinque, mandan a tomar mano dura contra ellos (fusilarlos en las calles), para garantizar un orden público y una paz social que solo existe para los acomodados.
Esa paz social que está dirigida hacia preservar las comodidades, el confort de esos grupos económicos, que en su insaciable afán de acumulación, no ceden espacios, para que la población más pobre pueda lograr alcanzar una mejor calidad de vida.
Es increíble escuchar a comunicadores, políticos e intelectuales, hablando de seguridad ciudadana, de preservar la paz social, de que se debe pensar en esa población que vive con miedo de ser asaltada, que se debe ser más radical con la delincuencia común, entre otras aberraciones cínicas, burdas y repugnantes, que solo buscan culpar a quienes son víctimas de la exclusión que genera la acumulación inhumana de la democracia de los acomodados.
La democracia es para generar bienestar, para garantizar derechos, para devolver dignidad, para propiciar estabilidad y felicidad, si estas condiciones no están presentes, estamos hablando de cualquier otra cosa, menos de democracia.
Concluyo adhiriéndome a otra lapidaria definición de democracia, la que hiciera el inmenso luchador por los derechos humanos, Nelson Mandela:
“Si no hay comida cuando tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia no es más que una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento”.