Desde que se produjo el justo y necesario ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo, el 30 de mayo de 1961, los ciudadanos dominicanos han realizado muchos y distintos esfuerzos tendentes a construir una sociedad justa, decente y democrática. No obstante, hasta ahora, los intentos por establecer una verdadera democracia, no han logrado tan ambicionado y esperado anhelo. La democracia es una forma de organización del Estado, en la que las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren legitimidad a sus representantes. En pocas palabras, la democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen conforme a mecanismos contractuales.
El gobierno efímero del profesor Juan Bosch (27 de febrero de 1963-25 de septiembre de 1963) demostró ser el esfuerzo más concreto y efectivo en el proceso continuo por instaurar la democracia en República Dominicana. La democracia defiende la soberanía del pueblo y el derecho de éste a elegir y controlar sus gobernantes. Además, es como decía Bosch: «el poder es una fuerza creadora si se usa a favor del pueblo, pero a la vez es una fuerza destructora y nefasta si se usa contra el pueblo». Para que la democracia sirva a los intereses y expectativas de todos los ciudadanos, es necesario que las personas que la sustentan sean demócratas siempre, en todo momento, lugar y circunstancia. Las democracias lideradas por autoritarios, no sirven para satisfacer las necesidades básicas de los seres humanos.
¿Por qué la democracia dominicana actual no es una verdadera democracia? En las respuestas a esta interrogante pudiesen estar las causas que han impedido que los dominicanos vivan en una real democracia. La democracia dominicana actual solo se limita a una sola cosa: a crear las condiciones básicas para que los ciudadanos cada cuatro años acudan a las urnas a elegir a los políticos que gobernaran con programas elaborados a partir de ideas y propósitos provenientes de las mentes de una reducida élite de las organizaciones políticas que los postulan. En República Dominicana, la democracia sigue siendo un proyecto en proceso. Esto así, porque cada vez son más las atrocidades protagonizadas por los que supuestamente se dicen ser demócratas.
La materia prima básica de toda democracia son los demócratas. La democracia solo funciona cuando los sujetos que la gestionan y participan de ella, piensan, deciden, actúan, se relacionan y hablan como los demócratas. Lamentablemente, ni el sistema educativo dominicano, ni ninguna otra entidad, se han empeñado en acompañar a los ciudadanos a ser y comportarse como demócratas. La democracia dominicana solo existe en la narrativa de la Constitución y en otras ordenanzas jurídicas. La verdad es que no puede haber democracia sin demócratas. Las democracias que solo funcionan en la redacción de los textos legales, la voz y las aspiraciones de los ciudadanos son letras muertas.
Por lo general, cuando alguien ejerce el poder al margen de los principios y valores que sustentan la democracia, ya sea en el entorno familiar, social, gubernamental, político, empresarial, laboral, profesional, educativo, sindical, gremial, etcétera, es muy probable que su forma de actuar, decidir y hablar sea similar a la que asumen los sujetos autoritarios. En la mayoría de los ciudadanos de República Dominicana de hoy subyace el autoritarismo que empleó Trujillo para dirigir durante más de 30 años a los dominicanos de la época, como si fuesen una manada. En cualquier dominicano, sin importar su jerarquía y estatus socioeconómico, se oculta la personalidad Trujillista. En una democracia sin demócratas y sin institucionalidad, la conciencia de las personas se compra con salchichón, pan, cilindro de GLP, tanque de agua, asfaltado de calles, electrodomésticos y promesas repetidas irrealizables. También, los gobernantes utilizan el miedo que provoca una pandemia para obtener beneficios políticos y económicos.
En las democracias de verdad, los ciudadanos son educados para que no se vean en la necesidad de vender su voto a políticos que usan el dinero público para comprar su conciencia. Desde la perspectiva de la narrativa jurídica y la apariencia de la estructura, en la sociedad dominicana existe la democracia. Sin embargo, en las relaciones cotidianas entre gobernantes y gobernados la convivencia democrática se transforma en autoritarismo. Para ser, actuar, decidir y hablar como un demócrata, es imprescindible conocer y ejercer los principios que hacen de la democracia el mejor sistema de gobierno, donde el pueblo tiene voz y voto de forma permanente, no solo en los procesos electorales.
En un sistema democrático real, liderado por gobernantes demócratas, es casi imposible que alguien se le ocurra la idea de protagonizar o promover acciones ilícitas para obtener determinados beneficios sociales, políticos o económicos. Los demócratas no violan las leyes, las normas, los acuerdos y la ética, para alcanzar logros de interés personales o grupales. En las mentes de los demócratas siempre está presente el respeto a la institucionalidad y a los derechos de los ciudadanos. Los líderes con vocación democrática difícilmente impongan sus criterios, ideas y puntos de vista a sus seguidores. En este sentido, es como ha dicho Sócrates: ” La democracia es el gobierno del pueblo”.
En República Dominicana, igual que en otros países del mundo, para construir una verdadera democracia es imprescindible diseñar e implementar programas educativos, dirigidos a los ciudadanos de todas las edades, con la finalidad de ayudarlos a desarrollar las competencias que les permitirán conocer, vivir y respetar los principios y valores de la democracia. Las democracias sin demócratas operan de la misma manera que lo hacen las dictaduras. En las sociedades democráticas, no existen vendedores y compradores de conciencia en tiempo de elecciones. Además, los ciudadanos no tienen necesidad de rogarles a sus gobernantes para que mejoren la calidad de los servicios públicos.
En fin, en las democracias reales los que gobiernan no usan la fuerza y los recursos del poder para imponerles a los ciudadanos candidatos sin méritos y atributos para gestionar los bienes públicos. En la actualidad, la calidad humana, el concepto de desarrollo, la mirada hacia el bien común, la pertinencia en la toma de decisiones estratégicas, el alcance de la visión de futuro y la cultura de respeto a la institucionalidad y a la diversidad, que poseen los líderes políticos, empresariales, sociales, profesionales, religiosos y académicos de la sociedad dominicana, son atributos de bajo valor agregado para la construcción de la democracia que merecen y anhelan los dominicanos de hoy y de mañana. Sin demócratas reales no habrá jamás en República Dominicana una democracia verdadera.