La acepción más común de la palabra prevención la define como «Tomar precauciones o medidas por adelantado para evitar un daño, un riesgo o un peligro». En nuestro amado país es costumbre ignorar esto y solo atacamos los males cuando tenemos los daños de manera inminente.
Para muestra un botón. Un caso destacado y actual es el tratamiento y respuesta dada al problema del dengue. Actualmente la cifra de muertos supera los 97. Se trata de víctimas de un mosquito que vive entre nosotros y que cada año nos deja una secuela de muertos, en su mayoría niños y ancianos, como consecuencia de no tomar las medidas de prevención correspondientes.
Es cierto que el gobierno central, por el cual votamos y en quien depositamos la confianza, está llamado a hacer las políticas públicas que garanticen nuestra vida y salud, derechos fundamentales establecidos en nuestra Constitución.
Sin embargo, no es menos cierto que debemos evitar asumir una postura cómoda y olvidar deberes básicos como la obligación de mantener nuestros entornos limpios y en un estado adecuado para la vida humana.
La prevención es una acción que debemos procurar en cada faceta de nuestras vidas, ya que cuando prevenimos estamos alerta a los riegos, daños y peligros que se pudieran generar. Una crítica constante a todos nuestros gobiernos es la necesidad de superar la práctica de enfrentar el mal y no las causas.
Si enfrentamos y prevenimos de manera inteligente los orígenes de los problemas de nuestra sociedad, las inversiones serán mucho más efectivas. De igual manera disminuirán las cifras de muertes por dengue, ya que más de 97 muertos es un número que debería alertarnos y hasta avergonzarnos.