Haití pasó de ser un “Estado fallido” a un conglomerado de seres, en su mayoría en extrema pobreza, que son prisioneros de bandas criminales, lógicamente a un pueblo en esas condiciones, desamparado frente a la comunidad internacional, no le queda más salida que huir de su territorio y si bien sus mejores esperanzas están llegar a los EEUU, sin embargo, lo más fácil es cruzar al estado vecino donde no saldrán de la pobreza, pero tendrán un mejor standard de vida.
República Dominicana dentro de sus limitaciones e inequidad cuenta con una economía diversificada y resiliente, por lo menos hasta ahora, con las potencialidades para dar el salto al desarrollo, siempre y cuando logre elevar la calidad de la enseñanza y sus instituciones. Ningún país, especialmente como el nuestro, con una alta densidad poblacional (225ha/km2, ocupamos el lugar 152 de 196 países) puede permitir una inmigración masiva que en algún momento se puede convertir en un peligro para la estabilidad social y la pérdida de su idiosincrasia.
Estamos en el momento de tomar las decisiones definitivas para frenar y reducir esa inmigración y si bien el gobierno ha dado un paso correcto al incrementar las deportaciones, estas solo sirven de disuasivo y de meta-mensaje a la comunidad internacional, porque la realidad es que el número de los que ingresan son superiores a los deportados, aunque parece habrá una gracia navideña de menos deportaciones.
Hay que sumar a la inmigración ilegal, una “legalizada” a base de mafias que venden visas sin ningún tipo de control, ni condiciones y lo que es peor se están vendiendo aun con los cinco consulados cerrados. Llama la atención el silencio de las autoridades para un escándalo de esa naturaleza que no surgió en este Gobierno, pero a este le corresponde ponerle coto.
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La frontera es otra tarea pendiente, se requiere tolerancia cero con los traficantes y mecanismos de inteligencia y seguridad interna para detectar los militares involucrados en el tráfico y sancionarlos ejemplarmente. La construcción del muro debe acelerarse y también la parte tecnológica, cuyo proyecto, de factura israelí, está en el escritorio del presidente Abinader.
El elemento más importante, para establecer un efectivo control migratorio, es el tema laboral, mientras haya demanda por mano de obra haitiana por parte de los promotores de viviendas, propietarios de fincas y hasta los hoteles, tendremos una inmigración permanente, por ello es necesario la aplicación del plan trazado el pasado año, donde se dio un plazo de tres meses a los empresarios para qué legalizaran el status migratorio de sus trabajadores, los doten de un contrato y los registren en la Seguridad Social. Cumplido el plazo todo trabajador que no esté formalizado deberá ser deportado y el empresario sancionado con una multa.
Al presidente Luis Abinader le ha tocado la pandemia, la inflación importada y el agravamiento de la crisis haitiana; ha agotado cuanto foro internacional para pedir la intervención de la comunidad internacional; pues bien, como a esa comunidad no le interesa involucrarse en Haití, entonces el Primer Mandatario tiene la oportunidad histórica de resolver las causas raíz de la inmigración ilegal, aplicando la ley y continuando las deportaciones, blindar efectivamente la frontera, cerrar la válvula de la venta de visados y enfrentar el mercado laboral de los ilegales haitianos.