Que nadie diga que no se le avisó. El Directorio del FMI recomienda no aumentar más la deuda, la estimó en 49.7% del PIB, y contener el déficit fiscal consolidado, de 4.3% del PIB en 2016, y para este año la historia no será diferente. Además, ampliar la base tributaria, simplificar el sistema impositivo, racionalizar exenciones e incentivos fiscales, mejorar la calidad del gasto protegiendo a los pobres y el crecimiento. Es decir, ejecutar la reforma fiscal, con lo que estoy de acuerdo, lo he recomendado a través de esta columna semanal.
Pondero dos riesgos. Uno, externo, la economía global de difícil predicción, anda por terreno pedregoso, agravada por Trump, ocupa una silla política y todavía no se entera, actúa como si dirigiera un negocio. Sin importarle daño ecológico, autorizó buscar petróleo en medio de Alaska si fuera necesario, y en cualquier otro sitio. Dependiendo de los resultados, el precio podría desplomarse o dispararse, nadie sabe. Además, la Reserva Federal endurece su política monetaria, incluyendo aumentos de los tipos de interés.
Y dos, las finanzas públicas carecen de margen, se sitúan en un punto crítico, no soportan precios mayores para el petróleo y préstamos, tampoco nueva apreciación del dólar. Cito el efecto de los aumentos de tasas de interés. Como se sabe, los gastos financieros son una pesada losa, de 80,119.4 millones de pesos en 2015, aumentaron a 95,616 millones de pesos en 2016, y en el presupuesto de 2017 se destinan 114,865.4 millones de pesos. Es decir, en dos años aumentarán 34,746 millones de pesos, y por los siguientes motivos podría ser mucho más: los aumentos de tipos que anunció la Reserva Federal, y porque internamente aumentarán para preservar el diferencial de tasas que garantiza la entrada de capital externo.
Por la deuda el Gobierno paga una tasa promedio anual de 7.6%, si sube sobre 10%, sería casi imposible seguir cumpliendo con los intereses sin reducir aún más el gasto social. El lector curioso diría que no hay motivo para preocuparse, los ingresos tributarios están en aumento, lo que es rigurosamente cierto. Por ejemplo el año pasado crecieron a una tasa parecida a la del aumento de la economía corriente, tuvieron como aliado el crecimiento del PIB, por encima de la tasa potencial, la baja inflación, de hecho la segunda más baja en los últimos 33 años, también un aumento de la eficiencia recaudadora en la DGII, que fue ponderado positivamente por el Directorio del FMI. Destacó los esfuerzos para ampliar la estrecha base tributaria a través de nuevas reformas de la administración de ingresos.
Las del último semestre de 2016 se enfocaron a reducir la evasión y elusión del ITBIS e impuestos a la renta de personas y empresas. Dieron resultados, nos lo dicen las estadísticas julio-diciembre 2016, comparadas con los mismos seis meses de 2015. La recaudación por impuestos sobre los ingresos aumentó RD$6,375.3 millones, un 13.9%, y RD$7,641.6 millones, un 7.5%, la de los impuestos internos sobre mercancías y servicios.
Pero el criterio del FMI, que comparto, es que para contener el déficit fiscal y reducir el lastre de la deuda, no basta con aumentar la recaudación, se impone reformar el modelo tributario.