Por Mayda Balmaseda Sariego*
El avance inexorable de un mundo nuevo va provocando, en la medida que impone y trae transformaciones, resaltar procesos, de una sociedad en metamorfosis, que se van arrastrando y que contrastan más abiertamente en el emergente escenario que se conforma. Una de ellas, de fuerte impacto en lo social, es todo lo concerniente al papel y presencia de la mujer en la nueva sociedad del siglo XXI.
Si el siglo XX comenzó con la concesión de derechos sociales y políticos a las mujeres, incluyendo su derecho al voto; en este siglo XXI se ha hecho más evidente la marginación social que aún sufre la otra media naranja de la sociedad. Ante la dramática realidad de los feminicidios, se refuerza el reclamo de que se respete el derecho a la vida de quienes dan la vida a la otra mitad de la sociedad. Sin embargo, habiendo transcurrido más de una quinta parte de esta centuria 21, todavía en buena parte del mundo las mujeres no solo no han logrado conquistar todos sus derechos, sino que siguen siendo víctimas de subestimación, discriminación y maltrato. Son subvaloradas y sometidas a un tratamiento desigual con relación a las posiciones de los hombres. Más crítico y cruel es el hecho frente a la realidad de que no se trata de un síndrome que solo se padece en aquel mundo llamado “en desarrollo” sino que esta contundentemente presente, en algunas manifestaciones, en el otro mundo que se supone socialmente “superior” y que se califica como “desarrollado”.
La defensa de los derechos integrales de las mujeres, contra todo valladar, avanzan. En los últimos tiempos, en lo que más se ha reflejado es en las denuncias de acoso sexual y violaciones que miles, por todo el mundo, han gritado. Es estimulante, pero no es nuevo. Recuérdese que en 1991 fue famosa la denuncia de la abogada norteamericana Anita Hill contra el juez Clarence Thomas por acoso sexual. Fue una gran osadía, en un momento en que todavía era más arriesgado que ahora tomar esa posición. Tuvo que enfrentar todo tipo de humillaciones y acusaciones despectivas. Sin embargo, se asegura que con ese coraje alentó a muchas mujeres, lo que provocó que en un año las denuncias aumentaran y en una encuesta el 23 % de las mujeres consultadas confesaron que se envalentonaron por el ejemplo de Anita Hill. Fue un buen momento que, sin embargo, se extinguió y ahora vemos, casi treinta años después, todos los casos que han estado surgiendo y que, con toda seguridad, son solo puntas de icebergs. ¿Se disipará el movimiento “Me too”?
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Diputadas en cualquier congreso donde se encuentren – cada día son más las legisladoras –, luchan, dependiendo de sus partidos políticos, por la igualdad salarial, derechos laborales, discriminación de género, temas relacionados con la reproducción, entre otros. Las mujeres en posiciones de poder son cada vez más, pero la política se sigue comportando, en lo esencial, por la agenda de los hombres.
Gran impacto estratégico se obtendría con mayor presencia ejecutiva de mujeres en el mundo económico. Estudios realizados en Europa afirman que, si se eliminase la brecha de género, la economía total de las naciones de la OCDE podría registrar un crecimiento del 12 por ciento para 2030.
No importa lo que reflejen los indicadores económicos y sociales con los que acostumbran a medir anualmente la situación socio – económica de cada país para determinar un Índice de Desarrollo Humano – IDH –. Ninguna nación debiera considerarse verdaderamente desarrollada mientras que no posicione a la mujer en igualdad de condiciones a los hombres y le reconozca por sus valores y aportes.
El mundo de la ciencia no es la excepción; si atendemos al número de participantes femeninas científicas y de aquellas que se involucran, – porque les den posibilidades o sean capaces de arrancarle la oportunidad, a puras neuronas, en una sociedad muy cerrada para ellas – en la actividad de investigación.
Al no fomentar la plena incorporación de las mujeres, motivándolas desde que son niñas al estudio de las ciencias básicas, la sociedad está despilfarrando un flujo de intelecto que no aprovecha para su desarrollo.
Al disipar la presencia e incidencia de las mujeres en el mundo de las ciencias a través de la historia impacta directamente la imagen del mundo científico masculinizándolo y, consecuentemente, contribuyendo a que las niñas y adolescentes asuman caminos conducentes a carreras alejadas de las ciencias. Hay que hacer ver que la ciencia no tiene género. De ahí la urgencia de esfuerzos e iniciativas que rescaten el rol que han jugado científicas en el desarrollo de las ciencias y de todas aquellas mujeres que han influenciado grandes acontecimientos en el mundo. Si a las generaciones actuales no se les hace conocer el protagonismo femenino en determinados avances seguiremos careciendo de suficientes mujeres científicas con papeles relevantes en las ciencias. Se debe actuar ahora y en cada país. Cuando en tantas naciones urge incentivar el desarrollo de las ciencias en general para que los jóvenes se enrolen en carreras científicas y tecnológicas, se presenta una oportunidad excepcional para que en esa promoción se cuente con una visión femenina amplia.
La sociedad moderna sigue en deuda con las mujeres y en el siglo XXI debiera garantizarle el espacio que le corresponde.
*La autora es pedagoga e investigadora.