Por Manuel Jiménez
En la actualidad, la Era Digital ha revolucionado la forma en que accedemos a la información, democratizando el conocimiento y permitiendo a la audiencia obtener noticias en tiempo real desde diversas fuentes. Este cambio se ha visto potenciado por la velocidad de transmisión de noticias, impulsada por las redes sociales y las plataformas digitales.
Las redes sociales, en particular, se han convertido en plataformas dominantes para el consumo de noticias. Su impacto es innegable, transformando la manera en que recibimos y compartimos información. Sin embargo, esta transformación no está exenta de desafíos, especialmente en lo que respecta a la viralización de contenido. La rapidez y la inmediatez con las que las noticias se difunden presentan desafíos significativos, ya que la presión por ser el primero en informar puede comprometer la precisión y veracidad de la información.
Uno de los problemas más acuciantes en este panorama digital es la propagación de desinformación y fake news. La facilidad con la que las noticias falsas pueden difundirse ha impactado la percepción pública, generando un terreno propicio para la confusión. Ante este fenómeno, se plantea la necesidad de que los medios contrarresten la desinformación mediante prácticas rigurosas de verificación de hechos.
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La transición digital también ha tenido repercusiones en el modelo de negocio de los medios de comunicación. Los desafíos económicos son evidentes, y se hace imperativo explorar nuevas estrategias para garantizar la sostenibilidad de la industria periodística.
En este contexto, se destaca la importancia de mantener la objetividad en la era de las redes sociales, donde las opiniones a menudo se entremezclan con la información. La credibilidad de los medios está en juego si no se asegura la imparcialidad y la verificación de los hechos. La responsabilidad recae no solo en los periodistas y los medios, sino también en la audiencia, que desempeña un papel crucial en discernir entre información confiable y sesgada.
Además, la tecnología ha propiciado nuevas formas de contar historias, como el periodismo multimedia y la narración visual. Estas innovaciones ofrecen oportunidades para una comunicación más rica y envolvente, pero también plantean desafíos éticos y narrativos que deben ser abordados de manera reflexiva.
Es esencial analizar el papel cambiante del periodista en la sociedad digital. Adaptarse a las nuevas formas de comunicación se ha vuelto esencial, y la ética periodística sigue siendo un pilar fundamental en este proceso de transformación.
Llama la atención, por ejemplo, cómo las notas de prensa de partidos políticos e instituciones gubernamentales, esencialmente, conspiran contra la objetividad periodística revelando una tendencia preocupante. En el contexto de un periodismo ético y plural, el periodista debería comprometerse a ofrecer información basada en las cinco preguntas fundamentales: qué, cuándo, dónde, por qué y para qué, manteniéndose fiel al interés del lector y al estilo editorial del medio.
Sin embargo, es evidente que este enfoque tradicional se está perdiendo en las comunicaciones provenientes de instituciones públicas y privadas, así como de partidos políticos y otras entidades de la sociedad civil. En lugar de proporcionar datos objetivos y relevantes, se observa una clara intención de dimensionar y generar impacto, a menudo recurriendo a la exageración de cifras o al sensacionalismo mediático.
En este contexto, es esencial que los periodistas diferencien entre la nota destinada al portal institucional o partidario y la que se sirve al medio independiente. Mantener la integridad periodística significa resistir las presiones externas que buscan desvirtuar la verdadera función del periodismo. Al enfrentar estos desafíos éticos, los periodistas pueden contribuir a preservar la objetividad periodística y a mantener la confianza del público en medio de un entorno informativo cada vez más complejo.