Como es bien sabido, en diciembre la gente prueba licores desconocidos y consume mayor cantidad de las bebidas habituales. Además, es una época en la cual los ancianos evocan el pasado y muchos adultos “se ponen sentimentales”. Durante el mes pasado he recibido cinco “notificaciones de desajustes del tiempo y del espacio” en la ciudad colonial de Santo Domingo. La primera se refiere a la calle El Conde esquina Las Damas. En ese lugar ya no está el periódico “El Caribe”; ya no se puede mirar, a través de una malla, a los linotipistas operando sus máquinas con lingotes de plomo. Un poco más allá permanece, vacía, la casa de Hernán Cortés, quien, según se dice, ha viajado a México.
Esa vía viejísima y sus alrededores, ha cambiado de aspecto en el curso de los últimos cinco siglos. La segunda notificación requería mi presencia en la calle Mercedes esquina Santomé. En este caso, el informante llamaba la atención sobre el “desajuste de tiempo y espacio” que significaba la desaparición del Colmado La Metralla y de la Lavandería de los Hermanos Abejita. Efectivamente, al contemplar el sitio me pareció que había ocurrido la amputación de un paisaje de mi niñez. El autor de este informe, tal vez influido por el “lenguaje de computación” habla de “sitios” a los que debo acceder y “pestañas” que tendré que abrir.
Una de estas “pestañas” es la que concierne a la vieja heladería de la familia Ceara, situada en la calle Hostos, muy próxima a la calle El Conde. Los niños dominicanos de mediados del siglo XX, soñaban con comer Helados Imperiales. Se dice que el día de Nochebuena aparecieron, en la puerta del famoso Edificio Baquero, dos copas de helados imperiales: una de bizcocho y otra a uvas de playa.
Este prodigio no tiene explicación razonable; parece un “eructo arqueológico” fruto de la nostalgia de algún capitaleño de intramuros. Son “desajustes espacio-temporales”, a juicio de quienes han hecho las notificaciones o “denuncias”. La última trata de alguien que conserva una filmación de los “carros públicos” circulando por la calle El Conde, realizada en el año 1958. Ahora es una vía peatonal. Un “desajuste escénico”, no sólo de tiempo y espacio.