La ciudad dominicana de Baní ha vuelto a ser golpeada por la crisis migratoria, pues al menos cuatro moradores de la población están desaparecidos tras el naufragio de un bote frente a la costa de Florida, después de que el pasado diciembre una decena de banilejos murieron en el accidente de Chiapas.
Los migrantes, tres hombres y una mujer, pagaron entre 18,000 y 20,000 dólares por persona a un hombre que les facilitó los billetes de avión y el visado bahameño y que intermedió el pago al coyote que debía conducirlos a Estados Unidos, según dijeron a Efe los familiares de los desaparecidos, algunos de los cuales todavía confían en encontrarlos con vida.
El bote, abarrotado con más de 40 personas de varias nacionalidades, naufragó el pasado 23 de enero, con hasta ahora solo un superviviente, el colombiano Juan Esteban Montoya. Desde que dejó de tener noticias de su hijo Wilkin Méndez, el pasado 22 de enero, Juana Emilia Pérez reza por este sentada en el patio de su casa, donde ha dispuesto un altar con velas, para rogar a los santos que lo mantengan con vida.
La familia vive en Boca Canasta, un sector de clase media al sur de Baní, una ciudad que vive de la agricultura, situada a unos 60 kilómetros al suroeste de Santo Domingo, y que recientemente se ha convertido en uno de los principales puntos de partida de los emigrantes. Wilkin, cuyo 19 cumpleaños es este viernes, estudiaba segundo de bachillerato y trabajaba en un colmado, pero aspiraba a encontrar mejores oportunidades en Estados Unidos, por lo que pasó tres meses planificando el viaje, juntando el dinero necesario, con ayuda de familiares y amigos.