Hombres que matan a sus parejas, nietos que le quitan la vida a sus abuelos, hijos que cercenan la vida de sus padres, mujeres y niños desaparecidos, pleitos que terminan en asesinatos, y otros horrendos crímenes que nos muestran, con claridad, la desvalorización de la vida, en este último tiempo que atraviesa nuestro país.
No en vano nos preguntamos: ¿Serán suficientes las medidas que un Gobierno, abrumado por la impunidad de aquellos que han sido expuestos como corruptos, pueda tomar para, por lo menos, disminuir este furioso e indetenible caudal de mortandad?
El fruto que nuestra nación ha cosechado nos da la respuesta.
Entonces, ¿Por qué no levantar la mirada al cielo y empezar a entender que únicamente desarraigando el mal desde su origen es posible lograr cambios permanentes? ¿Por qué no ver que existen armas que nos han sido dadas por el Creador de las naciones de la tierra, para ser implementadas de manera eficaz y realmente lograr lo que nunca se ha logrado?
Estamos a tiempo de que quienes dirigen el rumbo de los dominicanos y los que a su lado están busquen sabiduría en el manual de vida, donde hay respuestas inequívocas para traer solución a cada acontecimiento, que hoy trae desgracia a los hogares de los dominicanos.
Volvamos a la Palabra del Dios Altísimo y establezcámosla como una esperanza de restauración de nuestra República Dominicana.
Los gobernantes de Nínive, en tiempo del profeta Jonás, son un aval irrefutable para esta petición.