El Padre Luis Quinn gestó un modelo de desarrollo fundamentado en la autogestión, que hoy permite a San José de Ocoa figurar entre las cuatro provincias del país con desarrollo medio alto.
Una fuerza interior le impedía la quietud, la inacción ante el dolor y necesidades ajenas, frente a la opresión y la injusticia. La misericordia habitaba en su ser, invadía su espíritu y rebotaba en acciones solidarias, transmutando su fe en obras, en un infatigable quehacer que hicieron del padre Luis Quinn un líder espiritual y comunitario con connotaciones míticas, un digno paradigma de San José de Ocoa (SJO) y de todo el país.
La pobreza, ignorancia e insalubridad contempladas al llegar a los campos de Ocoa le estremecieron, y desde entonces no tuvo sosiego.
De inmediato, se lanzó a la acción, a la búsqueda de estrategias y recursos para transformar esa realidad lacerante, llegando a conformar un modelo de desarrollo integral basado en la autogestión, organización e integración comunitaria que, adaptado a las peculiaridades de cada zona, podría replicarse en otras comunidades.
Un sistema factible, sostenible, impulsado por el dinámico sacerdote, guía y “bujía inspiradora” que ayudó a formar una mentalidad solidaria, emprendedora, cavando conciencias con la incesante siembra de principios morales e ideas innovadoras.
Tierno y de acerado carácter, voluntad inquebrantable y una reciedumbre física y espiritual que le ganó el sobrenombre de Guayacán, árbol de madera dura y resistente, como él, científicamente llamado en una de sus especies Lignum Vitae, que significa luz y vida, como la que él transmitía.
Labrando el porvenir. Rendidos por el respeto y confianza que inspiraba muy pronto sobraran manos dispuestas a labrar el futuro, empezaron a fluir fondos para financiar proyectos agrícolas y medioambientales, de vivienda, educación y salud.
El poder de su palabra concitaba la solidaridad, pocos se resistían al carisma de este humanista de inconmensurable grandeza al que su misión pastoral, que no disociaba de la labor social, le encomendaba difundir el Evangelio, haciendo de su vida un apostolado, llevando esperanza a los pobres y olvidados, mejorando sus condiciones de vida.
“Vida buena, abundante y para siempre, repetía una y otra vez el Padre Quinn, quien aunó fe y obras, fe plena que impulsó su gestión de más de cuatro décadas, a la que imprimía la fuerza de su espíritu.
Al celebrar la Eucaristía, citaba con frecuencia al apóstol Santiago: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano está desnudo y tiene necesidad del mantenimiento de cada día y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentao y saciao, pero no les dais las cosas necesarias, ¿de qué aprovecha?”.
Incesantemente, el Padre Luis dio testimonio de que es posible amar al prójimo como a sí mismo, ver en el desposeído al hermano con el que se comparte el pan y ayuda a conseguirlo con un trabajo digno. Nos enseñó a desterrar el “yo” por el “nosotros, actuando siempre él en función de “el otro”.
No solo se preocupó por el pan, se ocupó de enaltecer la dignidad humana, la defensa de los derechos, el rescate de la autoestima campesina. Indujo a buscarlas con la educación y trabajo honesto, tesonero, que en él no cesó ni en sus últimos días de gran padecimiento físico.
Vivía en continuo accionar. Terminada la misa, se iba al campo presto a tomar una azada o conducir un bulldozer, derribando lomas con profundos precipicios. De regreso a la casa de madera, techo de zinc y plafond de cartón que humildemente habitó, se sentaba en su silla de guano a gestionar ayuda por teléfono o iba a Santo Domingo para activar algún proyecto, descuidando la alimentación y el sueño.
Su desprendimiento y abnegación fueron proverbiales, lo ejemplifica al suplantar al conductor de una pala mecánica que pendía de una cañada, llevándola a un firme. Cuando el obrero le preguntó por qué arriesgó su vida, le dijo que, contrario a él, si moría no dejaría a nadie en orfandad.
Antes y después. En Ocoa hay un antes y un después del Padre Luis. Su historia comienza al llegar un 26 de agosto de 1965 a este valle intramontano que revitalizó con su torrente de energía. De inmediato, penetró a aisladas zonas rurales, conmovido ante niños desnutridos, alta mortalidad, sin escuelas ni centros de salud. Al ver familias sin agua potable ni electricidad, a campesinos que pelaban los bosques con la agricultura de “tumba y quema”.
Su llamado a la acción solidaria tuvo rápida acogida entre los munícipes. Se apoyó en la Junta para el Desarrollo de SJO (luego Adesjo), fundada en 1962 bajo la orientación del padre José Antonio Curcio, su antecesor como párroco.
Su dinamismo contagiaba, desprendía la coraza de apatía y muchos se unían a su esfuerzo. El Padre y su equipo se trazaron un plan de desarrollo, educando, organizando a los campesinos para el trabajo en común. Dictaban cursillos, fomentaron el cooperativismo, que recién había estudiado en Canadá.
Creó cooperativas agropecuarias, de ahorro y crédito, consumo y funerarias, clubes juveniles y culturales en zonas urbanas y rurales, de los que surgieron líderes que dieron y siguen dando soporte a su obra. Uno de ellos, Roberto Santana, entonces de 14 años.
__Fui a un curso para líderes agrarios, mi primer peldaño en la formación social, éramos como 30 muchachos de diferentes campos, aprendimos cooperativismo, oratoria, responsabilidad social, protocolo.
__Cuando se desarrollaban las cooperativas, que formaron a mucha gente en el espíritu comunitario, en la responsabilidad social, el Padre vio que una parte de la población se quedaba rezagada: la juventud, a la que era muy sensible, y por su visión de futuro. Ahí creó los clubes, y al cubrir Ocoa, nos mandó a formar el club de Bohechío, Padre Las Casas.
__En el acompañamiento a los jóvenes se esmeró para que termináramos la secundaria y fuéramos a la universidad, nos aconsejaba, apoyaba, nos daba algún dinerito. ¡Qué, les falta? Padre, los zapatos se rompieron…
__Él articuló su labor pastoral con la comunitaria, eso le dio una fuerte autoridad, que usaba para relacionarse con las autoridades gubernamentales y otras, hacía que le respetaran y tomaran más en cuenta. Todo eso iba creciendo, fue una sinergia que benefició profundamente a Ocoa.
Resistencia. No solo las lomas se mostraban escabrosas cuando las escalaba. En los primeros años, el Padre Quinn vivió confrontaciones, resistencias, finalmente vencidas con su ejemplo.
Siguió adelante. Su objetivo, el desarrollo comunitario, trascendía toda ideología. No importaba que lo tildaran de “revisionista” o de “comunista”, ni que en la Iglesia Católica algunos le vieran con ojeriza, tampoco los conflictos con funcionarios civiles y militares. No lo frenó que incendiaran su carro y la casa curial, chamuscando el frente.
No cejó, pese a los intentos de sacarlo del país, prefirió ser degradado a diácono. Ocoa siempre se opuso, impidió con firmeza que consumaran los planes de traslado del que fuera ejemplo de dignidad, sencillez, humildad y laboriosidad.
Solo la muerte lo separó de su pueblo, marchó a la eternidad, donde con su guitarra seguirá entonando las “Casas de Cartón u otra de sus canciones favoritas: “Las obras quedan, la gente se va, otros que vienen las continuarán, la vida sigue igual”.
No, Padre Luis, su obra sigue, pero sin su presencia, ¡nunca, nunca será igual!
Capacitación y organización: fundamentales en las labores de Adesjo
El padre Luis Quinn dejó una estructura organizativa clave en la planificación y gestión de las obras construidas con trabajo voluntario, lo que permite preservar y continuar su legado a través de la Adesjo.
Esta entidad, de alta credibilidad, sigue siendo eje de importantes acciones en Ocoa, instrumento idóneo para canalizar recursos destinados a proyectos comunitarios, donados por dominicanos y extranjeros, en especial canadienses. “Ésta es una institución organizada, comprometida con la transparencia, algo fundamental, dice Carlos Mejía, quien preside la directiva de Adesjo, integrada por 13 personas representantes de los consejos comunitarios y la sociedad civil. Existen departamentos de educación, salud, recursos naturales e infraestructura. Al morir el Padre había 78 consejos, ahora suman 84, uno por comunidad, como un pequeño gobierno de secciones y parajes que con acompañamiento de Adesjo diagnostican necesidades, planifican, coordinan y ejecutan proyectos, trazan acciones para cumplir con la sostenibilidad, reciben voluntarios y forman brigadas de trabajo.
Hay consejos tan bien empoderados que al surgir un conflicto en la comunidad lo enfrentan sin tener que llegar a los tribunales. Y si la solución no está al alcance van a Adesjo, bautizada “tribunal de conciliación”. Incluso al llegar a un tribunal, dice Mejía, el juez les recomienda resolverlo en Adesjo. “Siempre tratamos de consensuar, consultar, conciliar, era lo que el padre Luis hacía, lo buscaban todos y para todo, en problemas familiares, económicos, de toda índole”.
1. Principal limitante
La Adesjo hace bastante, pero no cuanto quiere y demandan las comunidades. Su principal limitante es financiera, el reducido subsidio estatal, poco más de RD$400 mil mensuales, unos RD$5 millones anuales para una institución que ejecuta proyectos valorados sobre los RD$20 millones al año, con aportes de entidades nacionales e internacionales. Hace más de 30 años recibe fondos de Hope Internacional, pero para obtenerlos debe aportar una contrapartida que a veces no tiene. Solicitó aumento de la subvención, sin aún lograrlo.
2. Proyectos comunitarios
Obras de Adesjo: Centro Vocacional Padre Arturo, Colegio Nuestra Señor de la Altagracia, ampliado, Hogar de Ancianos; proyectos educativos, de medicina preventiva y odontología, plan provincial, regional y nacional, con Hope Internacional, de distribución de medicamentos, equipos y material gastable. Planes de protección de bosques naturales y artificiales en 360 mil tareas; manejo integral de bosques y reforestación de 125 mil tareas, conservación de suelos en 135 mil tareas, siembra de árboles maderables y frutales para producir al año 280 mil arbolitos.