La predicción formulada por la ONU-Hábitat de que los desequilibrios urbanísticos en cualquier lugar de América Latina serían causa inevitable de un aumento de la desigualdad social tiende a cumplirse en el Gran Santo Domingo con 18 extensos barrios que científicos sociales al servicio del Gobierno enmarcan en la marginación con más de medio millón de habitantes sin contar las villas de miseria que pueblan riberas capitalinas. El contraste con zonas de confort de aspiración a «Nueva York chiquito», es agudo.
El Polígono Central vendría a resultar un oasis de abundantes pisos bonitos aunque su densidad en un marco territorial que mezcla usos de suelos contradictorios conspira contra la calidad de servicios básicos y la fluidez de tránsito que no muy tardíamente generaría emigraciones de familias acomodadas hacia suburbios acogedores y amurallados, lejos de los humos irritantes de los tubos de escape como ha ocurrido con otras metrópolis del mundo.
Oportunamente entrevistado por el reportero Juan María Ramírez, el urbanista Omar Rancier denunció violaciones a las normas que regulaban la construcción de grandes torres en un área signada para concretar sueños de progreso pero que, contradiciendo el estatuto municipal 94-98, fue convertida en un «hacinamiento de lujo».
Puede leer: Caos sigue afectando el peaje de autopista de Las Américas
Vaticinó que allí se generaría una «hiperdensidad» porque no se tomaban en cuenta los espacios públicos ni la calidad de accesos a agua potable, drenaje pluvial y sanitario y áreas verdes y menos alguna idónea estructura de seguridad para los moradores en previsión a los inevitables avances de la delincuencia de la que pocos rincones nacionales escapan. Un proceso de construcciones en paralelo ha hecho posible otras exhibiciones de desafiante ingeniería en medio de zonas deprimidas.
Una nueva reglamentación edilicia que evitara lo peor nunca llegó y para Rancier quedaba implícita la traición al ideal de «convertir a Santo Domingo en una ciudad ordenada, sostenible, equitativa, equilibrada, y de convenientes oportunidades donde fuera posible vivir en el bienestar que resulta de tener una ciudad que garantice la calidad de los espacios públicos».
¿Más allá vive gente?
Agentes del mercado inmobiliario, cazadores de clientes de buen estatus económico y de nuevos ricos que posibiliten jugosas comisiones, recomiendan a sus potenciales compradores estudiar, antes de adquirir, las características socieconómicas de zonas citadinas y ponen a su disposición la lista de los «barrios marginados» de Santo Domingo. Buscan proveer respuestas a las preguntas: » ¿Dónde están ubicados, cuáles condiciones reunirían posibles vecinos y el impacto que tendrían sobre los inmuebles que se proponen convertir en patrimonio familiar».
Apelan a un «Estudio Socioeconómico de Hogares» que años atrás estaba disponible en una oficina del Palacio y que describe las barriadas capitaleñas que ni de lejos se parecen al mentado «Polígono» y que vienen a ser: Cristo Rey, Domingo Savio, Palma Real, María Auxiliadora, Ensanche Capotillo, Villa Juana, Simón Bolívar, Mejoramiento Social, Los Ríos, La Zurza, Gualey, Villas Agrícolas, Nuevo Arroyo Hondo, 24 de Abril, La Agustinita, Villa Francisca, Villa Consuelo y Los Peralejos: 631,486 habitantes alejados del glamour. Otros muy habitados sectores del Gran Santo Domingo guardan parecido con los susodichos vecindarios aunque no aparecen en la lista.
Al decir de algunos notables mercaderes de bienes raíces, conocer tempranamente estas ubicaciones encasilladas como marginadas o de condición «inferior» resulta importante para: evitar su cercanía por el impacto que podría provenir desde los entornos del inmueble que se aspiraría a poseer y «así tomar la mejor decisión antes de invertir», prefiriendo la mayor lejanía posible de los ambientes no recomendables o concretamente de pobreza. Aparentemente, los corredores inmobiliarios se valen de mediciones sociales que con fines asistenciales son confeccionadas para el «Sistema Único de Beneficiarios».
Estadísticas municipales complementarias del Distrito Nacional y la provincia de Santo Domingo, contienen al menos otros ocho extensos sectores populosos, céntricos y periféricos de estas jurisdicciones que probablemente también figurarían en el mapa de la pobreza y que servirían para confirmar lo que ha sostenido ONU-Hábitat: los Estados que no asumen con seriedad y firmeza la planificación del crecimiento urbano y poblacional condenan a sus naciones a una mayor desigualdad social.
En busca de orden
Más de una administración del Estado ha puesto de su parte para colocar a Santo Domingo entre límites y estímulos para un desarrollo urbanístico favorable. Uno de los más recientes ha sido la urbanización Ciudad Juan Bosch, levantada en un área de terrenos de tres millones de metros cuadrados y dotada de servicios diversos y facilidades de conexión con el resto de la ciudad desde su ubicación en las proximidades de la Autopista de las Américas. Un proyecto integral de factura peledeísta.
Y fue esperanzador además que con el proyecto modelo La Nueva Barquita, emprendido en el 2016 por el Gobierno del presidente Danilo Medina, comenzara una ofensiva importante contra los bolsones de pobreza extrema junto a ríos que luego no ha cobrado dimensión. La avenida de Circunvalación emprendida también por Medina en el 2013 y culminada años después con sentido de continuidad del Estado, hizo avanzar a la Capital dominicana hacia una descongestión de vías internas incursionadas por vehículos pesados del movimiento entre zonas del país que no debía cruzar la ciudad.
Con anterioridad, y bajo la égida del presidente Joaquín Balaguer, surgieron la Avenida del Puerto, generadora de una opción para el desplazamiento hacia la zona oriental de la ciudad sin tener que cruzar por la venerada zona intramuros del Santo Domingo colonial, ahora en importante proceso de puesta en valor.
El controversial estilo balaguerista dio lugar al Faro a Colón de una grandiosidad innecesaria y que es hoy menos apreciada en medio de un caos de asentamientos habitacionales y de atentados al ornato. Dejó además como constructivos aportes urbanos las memorables Plazas de la Cultura y de la Salud, valiosos patrimonios de la sociedad dominicana, además del Expreso Quinto Centenario y la avenida José Contreras con un etcétera de realizaciones en el marco de un apogeo de las varillas y el cemento.
En el ámbito de logros, y gracias a un proceso conveniente de inversiones en el transporte público sin interrupción, han ganado espacio con prometedoras expansiones, el Metro de Santo Domingo, iniciado en la gestión del presidente Leonel Fernández, y los teleféricos; avizorándose un ambicioso tren que llegaría hasta el Aeropuerto de las Américas. La OMSA está llevada a un plan de crecimiento y el Transporte Escolar de reciente instauración es promisorio.
Sombras todavía
No obstante, el heterogéneo y súper poblado Gran Santo Domingo que sobrepasó la era de las fronteras definidas es visto hoy como resultado de un crecimiento desordenado -no conjurado aun por las inversiones públicas- con asentamientos espontáneos alimentados por la migración desde el campo signado por atrasos en métodos de cultivo y del sistema educativo que lleva a las zonas rurales a ser origen masivo de una mano de obra no calificada que solo encuentra la forma de ganarse la vida en el subempleo asentándose en marginalidades urbanas. El 57% de los brazos del sector informal de la economía.
De un simposio en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña en el 2018 surgió «la Carta de Santo Domingo» para poner el dedo en la llaga del caos urbano denunciando en este mismo lustro que Santo Domingo ha acumulado largos años de crecimiento desenfrenado en el que la falta de planificación y cumplimiento de normativas complican la vida de mucho más de tres millones de personas. Y en los años transcurridos desde el diagnóstico sigue faltando la plenitud de rescate.
Los santodominguenses padecen todavía con intensidad la falta de mejores interconexiones viales y de apropiadas modalidades de transporte con ámbitos saturados de vehículos de corto alcance y deplorables estados que se desplazan como tortugas; con falta de definición y amplitud de las aceras; con una Ciudad Colonial al borde de crisis por las tortuosas intervenciones para sacarla de obstrucciones y con ausencia de gestión medioambiental.
Urge en la Ciudad Primada de América reducir el déficit habitacional y un documento emitido al respecto recomendó claramente, tras un significativo debate que reunió a expertos, asumir un cambio de paradigma en los modelos de planificación urbana, reconocer la necesidad de que autoridades locales se conviertan en verdaderas promotoras de la ciudad a través de una gestión eficiente tanto en lo físico como en los financiero para establecer las reglas que permitan actuar a los desarrolladores.