El 28 de septiembre del 2021, el ministro de Interior y Policía, en compañía de los funcionarios que integran el Consejo Nacional de Migración -CNM-, ofreció una contundente y original declaración. Era el momento de fervor patriótico. Después del magnicidio en Haití se multiplicaban las especulaciones apocalípticas. Los rumores divulgaban que una multitud atravesaría la frontera huyendo del desastre, como si los vecinos necesitaran la muerte del presidente para cruzar la frágil línea que apenas separa lotes.
La fantasía de la defensa del territorio, concitaba respaldo extraordinario al presidente, erigido en guardián de la soberanía. La obnubilación permitió que el desliz de la autoridad no fuera advertido y el entusiasmo nacionalista continuara.
El ministro, nada más y nada menos, concedía un plazo de tres meses para que las empresas y empleadores, regularizaran los trabajadores extranjeros a su servicio, tal y como dispone la ley 285-04. La aplicación de la ley fue suspendida de manera administrativa. Provocadora situación en un estado de derecho.
Transcurrió el tiempo y el silencio encubre aquella boutade. Recurrente ha sido la práctica del Gobierno de postergar la aplicación de la ley, en nombre de la gobernanza y sin estado de excepción. Basta recordar el desprecio a la “Ley Orgánica de la Policía Nacional” y a la “Ley Para el Control y Regulación de Armas…” en procura de la Reforma Policial y para ejecutar el fallido plan de “recompra de armas ilegales”. También la ley 50-88 se acoteja y antes de modificar el texto, exculpan la venta y consumo de sustancias controladas.
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Doce meses después, es desconocido el efecto de la proclama del CNM. Indicios contradictorios permiten algunas conjeturas. Quizás el aumento de los emigrantes a ojos vista, obedezca a la regularización o tal vez fue invertido, mediante Resolución, el porcentaje establecido en el código de trabajo y el 80% de empleos para dominicanos esté cubierto por extranjeros.
Aunque la afirmación de que la cantidad de haitianos, en provincias y municipios, aumenta cada día, puede tener origen en la percepción, en una visión distorsionada, cónsona con el racismo y la xenofobia que exhibimos los dominicanos, menos el ministro de Economía, Planificación y Desarrollo.
Falta el dato y ayuda el descuido, esa manera de omitir hechos cuando no existe solución para los problemas. La realidad golpea. No es exagerado decir que el control migratorio es inexistente en el país. Por eso el director de Migración dedica tiempo a limpiar la playa de Güibia, atiborrada de basura.
Más que producir incertidumbre las ocurrencias oficiales entretienen. El manejo de los errores es óptimo, divierten y luego se esfuman. Una sucesión de acontecimientos incomprensibles, conforman la viñeta del rocambolesco quehacer público. Empero, cualquier inconveniente es subsanado con la mención del pasado plagado de corruptos y la decisión de condenarlos. Hasta la inseguridad ciudadana es combatida atribuyendo su existencia a los desmanes de la anterior administración. Los descuidos y omisiones son útiles para la gobernabilidad. Mientras tanto, “Mantequilla” se integra al sistema educativo y comparte su éxito con estudiantes de un Liceo. Y siempre ayuda repetir que la frontera está blindada.