Recientemente estuve en el “primer picazo” de una de las obras de infraestructura que atesora todas las cualidades para revolucionar y fortalecer la oferta turística dominicana: El Hotel Moon Palace Resort en Macao, Punta Cana.
Lo más probable que hasta los Estoicos –Marco Aurelio, Séneca y Epicteto– hubiesen puesto a un lado su austera doctrina y estilo de vida para dejarse seducir por las bondades de dos grandes torres de dieciocho pisos que aportaran más de dos mil habitaciones en esa zona.
Un ambicioso proyecto de profunda vocación social, medioambientalmente sostenible, basado en una filosofía consistente en mejorar la calidad de vida de los trabajadores.
El Grupo Palace Resorts destinará el 10 por ciento de la inversión a la construcción de viviendas para los empleados y elevará el salario mínimo en un veinticinco por ciento de lo devengado actualmente.
Esas enormes torres contarán con viviendas, centros de recreación, centros comerciales, clínicas y parques para los colaboradores del proyecto, con una inversión total que asciende a 600 millones de dólares y generará casi siete mil empleos directos e indirectos.
Sin embargo, aplicando la elocuente lógica Newtoniana de que toda acción genera una reacción, esta iniciativa encabezada por la familia mexicana Chapur, organizaciones comunitarias de la zona, representantes de iglesias y la firme determinación del gobierno a través del Ministerio de Turismo, ha encontrado oposición de un prestigioso grupo empresarial que apuesta a un modelo que a todas luces ha sido exitoso.
Como evidencia el informe: “IMPORTANCIA Y EVOLUCIÓN DEL TURISMO” publicado por el BANCO CENTRAL, el turismo se ha convertido en uno de los sectores más importantes en la generación de divisas, el crecimiento económico, la inversión extranjera directa y la creación de empleos dignos y de calidad.
Solo el año pasado ingresaron al país más de seis millones de personas, generando ingresos por más de siete mil millones de dólares.
No obstante, tenemos que salir de nuestra zona de confort y evitar esas tensiones tozudas –como si pudiésemos darnos el lujo de rechazar una inversión de 30 mil millones de pesos– y resistencia inexplicablemente caprichosa por las alturas, ASOLESTE Y ASONAHORES saben que desde el año 2007 el Misterio de Turismo emitió la resolución No. 673-07 que otorgaba 20 niveles a la construcción de edificios.
Si queremos acelerar la locomotora del crecimiento económico dominicano, no podemos permitir que se descarrile el tren del progreso.
Para que nos visiten diez millones de turistas cada año y cumplir con la intrépida y arrojada visión del presidente Medina, debemos hacer los ajustes necesarios para que los receptores y usuarios internos de nuestros destinos puedan colocarse y apreciar desde las alturas del Moon Palace la diversificación del nuevo modelo de desarrollo.