De los políticos no debería sorprender nada, sobre todo si están en campaña, pero desde que se anunció el acuerdo electoral entre el expresidente Leonel Fernández y el transportista Juan Hubieres, presidente del Movimiento Rebelde, el tema ha centrado la atención del país, que no ha podido pasar por alto que el joven político que se colocó a la derecha del doctor Joaquín Balaguer para convertirse en heredero de las fuerzas conservadoras que pastoreaba el caudillo reformista, hoy está pactando con un autoproclamado dirigente de izquierda que le prende velones al Che Guevara, pero que está más cerca del bandolerismo urbano que de la acción revolucionaria y transformadora.
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Como una reacción a ese pacto electoral, y a modo de recordatorio, circulan en las redes sociales varios videos en los que el Comandante Rebelde, como se autodenomina, despotrica contra el exmandatario con la acidez y virulencia que son su marca de fábrica, como son los bates, las piedras y las armas de fuego los argumentos con los que las tropas de Fenatrano imponen su ley en las calles.
Lo que no mortifica a Leonel, que le extendió un ramo de olivo a su exdetractor. “No siempre estuvimos de acuerdo, pero yo siempre lo respeté porque yo sabía que lo que estaba haciendo era conforme a su criterio, defendiendo los mejores intereses del pueblo”. Y si lo hubiera creído necesario habría tratado de convencernos, también, de que Hubieres es un gran líder.
Pero conociendo a Leonel no es posible ya creer en sus patrañas, y por eso le va a resultar tan difícil convencer a los electores, aunque recurra a sus conocidas destrezas de buen conceptualizador, de la conveniencia y necesidad de esa alianza, que podría restarle más votos de los que eventualmente le sumará. Y que para algunos de los que vemos el juego desde las gradas solo es otra muestra de lo desesperado que está por regresar al poder, y ya se sabe que la desesperación, en la vida y en la política, es una pésima consejera.