Despiece voraz para beneficiarse más de la política. La politiquería que busca ganancias viene teniendo a manos, desde que investirse de autoridad edilicia perdió respeto, el recurso de subdividir territorios provinciales para hacer parir más que las conejas, unos micropoderes en forma de alcaldías y direcciones de distritos municipales.
Un parcelado para manejar presupuestos y autonomías que aun siendo de pocos acres, pocas obligaciones y relativamente poco dinero, saciaría múltiples apetitos por cargos y concesiones para seres del entorno.
Así ha de continuar la voraz atomización que pone en buenas a los compañeritos de las bases del partido triunfador y a sus pueblerinas figuras señeras que no cesan de expedir facturas para cobros por los «éxitos» electorales.
Quienes sufragan tales «emprendimientos» que rebasan límites del gasto oficial son los contribuyentes que alimentan las ubres de la «res pública».
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Un «animalito» de barriles sin fondo que para no morir de inanición debe apelar a la cadena de endeudamientos locales e internacionales que los nietos y bisnietos que faltan por nacer no saben que les harán ingresar al montón de los acreedores.
Ese «pecado original» de la política no se borra en pilas bautismales y por lo que ya se sabe, pronto el país romperá su propio récord hemisférico de mayor cantidad de subdivisiones municipales. ¡Fiesta y mañana gallo! porque mientras haya pretensiones de sentarse a la mesa del banquete llamado Erario, aparecerán poltronas para comensales.