El general Ramón Cáceres (Mon) participó junto a los magnicidas, que se convirtieron la tarde del 26 de julio de 1899 en héroes de la patria, al lograr derribar ese día el tronco añoso y omnipotente que representaba ese formidable negro, tenido como el coloso de la bravura quisqueyana (Ulises Heureaux Lebert, Lilís). Ramón Cáceres era un hombre de trabajo, de recia musculatura, gran jinete y un experto tirador, que después del tiranicidio quedó atrapado por la política.
Cuando su primo Horacio Vásquez vicepresidente de la República, a la caída de Juan Isidro Jimenes, se convirtió en presidente de la nación, el general Cáceres fue nombrado gobernador de Santiago. En el año de 1903 Horacio Vásquez fue sustituido en la presidencia por el general Alejandro Woss y Gil. Horacio Vásquez y Ramón Cáceres se embarcaron entonces en Puerto Plata con rumbo hacia Cuba.
El general Woss y Gil a comienzos de 1904 resultó desplazado del mando. Siendo sustituido por el ex sacerdote Carlos F. Morales Languasco, a quien J. M. Vargas Vila se permitió llamar Cura apóstata que no pasa de ser un perfecto hongo de sacristía. Dada esta situación, Ramón Cáceres pasó a ocupar la vicepresidencia de la república. Entonces, debido a los serios descalabros padecidos por Morales L. En los postreros días de diciembre de 1905 y en los días iniciales de enero de 1906, se vio precisado a rescindir el mando, ocupando su puesto el vicepresidente Cáceres.
Ramón Cáceres estableció su mando apoyado en la austeridad, la seriedad, la honradez y con apego absoluto al progreso de las instituciones y del país que casi por seis años le tocó gobernar.
Más, lo cierto es que tuvo que adoptar medidas enérgicas, medidas auténticamente de fuerza.
Tales como las concentraciones poblacionales en la provincia de Monte Cristy. Y también tuvo que ordenar el aniquilamiento del ganado vacuno.
Y por igual la del súper-abundante ganado caprino de La Línea Noroeste, que representaban abundante fuente de sustento y de abastecimiento para las guerrillas casi invencibles, que operaban en esas aguerridas comarcas de hombres levantiscos y bragados.
Cuando el gobierno del presidente Cáceres se firmó la Convención Dominico Americana de 1907 (La maladada) en cuya virtud los Estados Unidos asimilaron los servicios de nuestra deuda externa y se hicieron cargo del control de nuestras aduanas.
También se impone señalar que en los inicios del gobierno de Cáceres, en Guayubín, el general Manolo Camacho con trampa y felonía y con una sangre fría propia de bestiales criminales, perpetró una horripilante matanza de hombres de armas, entre los cuales fue vulgarmente asesinado el general Neney Cepín.
Y la verdad sea dicha, el general Cáceres creó las fuerzas armadas mejor organizadas, que hasta entonces había visto la nación, se trató de La Guardia Republicana, que tuvo por comandante al joven general Alfredo María Victoria.
Que era guapo entre los guapos.