El 8 de mayo se celebra el Día Mundial del Cáncer de Ovario, una fecha establecida por organizaciones de pacientes con el propósito de concientizar sobre este cáncer femenino, cuya tasa de supervivencia es la más baja, y acerca del cual aún existe muy poco conocimiento.
Disfrazado de los síntomas comunes de un periodo menstrual, el cáncer de ovario es una enfermedad que, a pesar de ser silenciosa y poco hablada en la sociedad, tiene la tasa de supervivencia más baja de todos los tipos de neoplasias con 61%, superando el de mama, con 26%, o el cérvicouterino, con 46%.
En México se detectan 5 mil pacientes anualmente, lo que equivale a 13 casos al día. Sin embargo, el 70% suelen ser diagnosticados en etapas bastante avanzadas, y hasta incurables, lo que implica que cada 3 horas una persona fallezca por cáncer de ovario.
Y si bien la edad promedio de presentación a nivel global es en la etapa postmenopáusica o después de los 67 años, en el país la mayor frecuencia figura en gente entre los 40 a 59 años; se habla de casi 30 años de diferencia del promedio global.
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El diagnóstico tardío sucede, principalmente, porque las primeras señales suelen presentarse como síntomas relativamente comunes que pueden ir desde un simple dolor abdominal, hasta algunos sangrados vaginales.
Esto desencadena una serie de factores que únicamente prolongan la detección del cáncer, los cuales empiezan con acudir a un médico no especialista del tema derivando en un manejo no adecuado en el diagnóstico y tratamiento la enfermedad.
“La mayoría de las pacientes, cuando empiezan con síntomas, van a llegar con un médico general o un ginecólogo. (…) Como síntoma principal van a llegar con colitis, dolor abdominal o distensión abdominal. (…) Y tarda en que no se resuelve, se presentan nuevos síntomas, se llega a la sospecha de cáncer de ovario y a un tratamiento que muchas veces ya no podemos ofrecer algo curativo debido a lo avanzado de la enfermedad.”, mencionó Gabriela Alamilla, Médico Oncólogo adscrita al Instituto Nacional de Cancerología (INCAN), durante una conferencia de AstraZenca respecto al tema.
Por ello, la especialista reiteró en la importancia de pronosticarlos a tiempo para así acceder a un tratamiento personalizado, ya que esta enfermedad deriva, inicialmente, en cinco subtipos: carcinoma seroso de alto grado, de bajo grado, mucinosos, endometroide y de células blancas.
Mitos y realidades del cáncer de ovario
Aunque México ha mostrado un incremento notable en las campañas de información sobre el cáncer de mama y cérvicouterino, el de ovario ha quedado rezagado a tal grado de desconocer aspectos básicos del mismo.
Como ya se mencionó, las primeras señales surgen como síntomas relativamente comunes, los cuales dependerán mayoritariamente de la etapa en la que se encuentre la neoplasia: en casos tempranos, abundan los dolores abdominales, frecuencia al orinar o incluso sangrados vaginales anormales en mínima frecuencia.
Pero cuando la enfermedad comienza su expansión hacia la pelvis, el útero o el abdomen, se habla, además, de inflamación abdominal generalizada y cambios en el hábito intestinal (estreñimientos) que anteriormente no se padecían.
Sin embargo, para este linfoma no son los síntomas perse a los que se debe prestar atención, sino a la periodicidad con la que se presentan: si persisten de dos hasta tres meses, presentándose en más de 12 ocasiones al mes, hay que someterse a estudios.
Es así que para su valoración, se debe acudir con un médico especialistas en oncología de tal manera que se lleve a cabo un ultrasonido vaginal o pélvico ; es importante recalcar que el papanicolau y la mastografía no funcionan para detectar el cáncer de ovario.
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Una vez identificado, se deberán realizar exámenes de sangre para un primer pronóstico sobre si el linfoma es venigno o maligno.
Posteriormente, se efectúa ya sea una ooforectomía (retirar el ovario) o una biopsia, dependiendo del caso, con las cuales se determinará la etapa del cáncer y se proseguirá con el tratamiento para erradicarlo y/o de mantenimiento.
Afortunadamente, hoy en día los avances tecnológicos han permitido acceder a nuevos procedimientos no tan abrasivos como la quimioterapia – tales como los inhibidores de PARP, los antiangiogénicos y la inmunoterapia – con el objetivo de procurar la calidad de vida en las y los pacientes.
“Tenemos que ir de la mano trabajando en que no se deteriore su calidad de vida, que no sea más doloroso el tratamiento que la misma enfermedad.”, mencionó Eva María Gómez García, subespecialista en oncología médica, en el mismo encuentro.