Psiquiatras y antropólogos tendrían mejor aproche al fenómeno del machismo estudiando más a fondo a los hombres mujeriegos.
Los hombres en nuestras culturas suelen ser mujeriegos desde el primero hasta el último día de sus vidas. La dialéctica de la afectividad del varón o macho se caracteriza por ser una relación de dependencia emocional prolongada, que coloca al ser femenino generalizado como el centro y motivo principal de su vida. Claramente ostensible en las relaciones familiares en países donde la mujer es centro del afecto y del poder respecto a toda actividad en la vida del niño.
No es casualidad que la bolerística y toda la poesía popular tengan a la mujer como tema principal. Ni que similarmente, la deidad principal de la religiosidad esté centrada en la virgencita; y aún en Pacha mama, Gea, Madre tierra, Gaya. Similarmente: madre Patria, mi patria, mi tierra, y demás formas feminoides de representar al ser divino y superior. Lo único definitivamente masculino en el cielo machista parecerían ser solamente el diablo, satanás y los demonios. Y su peor desgracia y maldición es el fracaso amoroso y la traición femenina.
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La agresividad está latente siempre en la relación hombre-mujer y, obviamente, a que cuando no se tienen una buena relación con la mujer, entonces se ha fracasado en la vida, “la vida no vale nada”, como diría cualquier ranchera, bolero, vals o bachata.
Similarmente, cuando la relación es defectuosa el tratamiento físico, mental (y “poético”) hacia la mujer es la burla, el desdén y el maltrato; aún en los mejores hogares y las mejores familias.
Basta examinar la mente de un hombre despechado, o algunas de las canciones populares de autores amargados por el “desamor”.
En lo que a nuestras culturas occidentales se refiere, solamente el desarrollo de la sociedad industrial, por una parte, y determinadas tradiciones religiosas derivadas del judaísmo, por la otra, han llevado las relaciones hombre-mujer a ser emocionalmente menos “feminodependientes”. Debido a que han dado como resultado la independencia laboral-económica de la mujer. Aunque aún es la mujer la que sigue pariendo y manteniendo el don y patrimonio de la afectividad.
En vez de recriminaciones que los machos parecen no comprender ni aceptar, porque suele percibirlas como nuevas formas de imposición sociocultural para los hombres de abajo, es decir, de la cultura de la pobreza; convendría un aproche más inteligente al problema de la agresividad del macho.
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El feminismo como ideología pro independencia e igualdad de la mujer con el hombre no llega a la profundidad psíquica y espiritual de problema. Aunque tiene un rol muy importante ante la necesidad de que el hombre también se libere de sus atavismos.
Pero la liberación del hombre solamente es posible en su encuentro de igual a igual con Dios, haciéndose uno con el, como propone Jesucristo. (Ver Juan 17:21).
Definitivamente, nada más hermoso que una mujer que reparte besos y pan, que nos enseña el amor filial, fraternal, familiar; a vecinos y a extranjeros: La mejor cara terrenal de Dios.