Los fuegos artificiales, las fiestas, los regalos, las golosinas, las frutas exóticas, los vestidos y zapatos nuevos colmaban de alegría y magia la estancia en la casa grande de la abuela, donde todos coincidían para celebrar la dicha de la llegada de la Navidad.
Desde que se inicia diciembre surge el encantamiento, todos se alegran, se improvisan las fiestas y los encuentros entre amigos, las familias y los niños son los más deslumbrados por la magia de los regalos con los que se le da significado a la festividad.
Desde el siglo IV, después del nacimiento de Jesús de Nazaret, comenzó a celebrarse su cumpleaños, signado por los cristianos como el 25 de diciembre. Desde entonces, ese mes marca la conmemoración del natalicio del personaje histórico más trascendente, determinando con su existencia el punto de partida de una nueva Era.
Los regalos simbolizan las ofrendas que le llevaron a Jesús, que se concreta entre familias, amigos y el prójimo en general. Esta ocasión se presta mucho para expresar solidaridad, y de ahí la magia de diciembre.
La Navidad es una fiesta larga que abarca todo este mes, que conmemora también el Adviento, un tiempo especial que da inicio a un nuevo año para la Iglesia Católica, con la espera del nacimiento de Jesús. Se expresa el primer domingo antes de comienzo de diciembre.
El 24 de diciembre se celebra la Nochebuena y el 25 el nacimiento de Jesús. El 25 es el día de abrir los regalos que simbolizan la ofrenda al niño Dios.
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Todo muy bien, pero el origen cristiano de la Navidad se ha convertido en la era del derroche, del consumismo, y de la actividad económica, tanto así, que ya no es solo de los cristianos, sino de todo el comercio global.
Hace un tiempo estuve en Durban, una ciudad de África donde la generalidad de su población no profesa el cristianismo. Me sorprendió la decoración de las tiendas con árboles de Navidad, Santa Claus y todas las alegorías de las pascuas que conocemos.
Pregunté en un comercio bien adornado con guirnaldas, luces y demás símbolos navideños y me dijeron que era la forma de “avivar” los negocios.
Entonces, la Navidad, cuyo origen cristiano no está en discusión, es también asumida por los no cristianos para aprovechar y vender lo más que puedan.
Como la dinámica del comercio no tiene un patrón ético único, es libre. Desde sus inicios en la historia las autoridades detectaron las posibles trampas y engaños. Es por eso que los gobernantes y los reyes en muchas ocasiones han tratado de cuidar a los consumidores, imponiendo balanzas y medidas para la exactitud de las ofertas.
Es que la cultura del engaño se expresó primero en el comercio, por lo que en este mes deben elevarse los niveles de alertas ante la avalancha de propuestas que dan pie al engaño, al fraude y al robo.
Se recomiendan las compras inteligentes, pero si hay mucha propaganda y ofertas, “nos ponemos brutos” y parecemos como si estuviéramos hipnotizados.
Hay que pensar en ahorrar para sortear la curva de enero.