Diez años de Francisco, un papa que divide a los argentinos

Diez años de Francisco, un papa que divide a los argentinos

Papa Francisco (Fuente externa).

Aplaudido con unanimidad por el pueblo argentino cuando fue elegido papa el 13 de marzo de 2013, hace diez años, Jorge Bergoglio no ha vuelto a su país natal desde entonces, donde ahora es una figura divisiva por su influencia, real o supuesta, en la política nacional.

En el momento de su elección, el 13 de marzo de 2013, se presentó como el Papa venido «del fin del mundo». Es decir, Argentina, que aplaudió unánimemente su acceso al trono de San Pedro. Católicos, seguidores de otras religiones, agnósticos, laicos, todos en su país natal celebraron que Jorge Mario Bergoglio, hasta entonces arzobispo de Buenos Aires, se hubiera convertido en Papa con el nombre de Francisco. Pero han pasado diez años y su «fin del mundo» sigue esperando su visita.

El «padre Jorge», como lo llamaban aquí, no ha vuelto a Argentina desde su elección, lo que sorprende en su país y en el resto del mundo. Más aún más si se tiene en cuenta que no ha dejado de viajar durante sus diez años de pontificado, a pesar de su edad (hoy tiene 87 años) y de recientes problemas de salud que le dificultan los desplazamientos. En total, el Papa ha realizado 40 viajes apostólicos, que lo han llevado a sesenta países, entre ellos nueve latinoamericanos: nada más ser elegido, en julio de 2013, acudió a Brasil para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Dos años después, en julio de 2015, visitó Ecuador, Bolivia y Paraguay. En septiembre de ese mismo año, Francisco fue a Cuba, en un viaje que también incluyó Estados Unidos. En febrero de 2016 fue a México, en septiembre de 2017 a Colombia y en enero de 2018 a Chile y Perú.

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Papa Francisco.

Instrumentalización política

En diez años de pontificado, Francisco habrá visitado los dos países latinoamericanos más importantes, Brasil y México, ambos de mayoría católica, y casi todos los de habla hispana de Sudamérica. Pero no Argentina. ¿Por qué no? Obviamente, todos los medios argentinos que lo entrevistaron en el décimo aniversario de su elección le hicieron esta pregunta. A modo de respuesta, Francisco dice que lo ha pensado «más de una vez», pero sin encontrar una fecha posible. ¿Enero de 2018, después de Chile y Perú? Excluido, porque enero es el mes de las grandes vacaciones en Argentina (como agosto en Francia), imposible reunir a los fieles, en su mayoría en la playa, si no en la montaña o en el campo, dice.

¿No hay otra fecha posible en diez años? Difícil, dada su agenda necesariamente apretada y el calendario electoral argentino. «Si vengo cuando el país está en plena campaña, se corre el riesgo de que el Gobierno de turno intente aprovechar mi viaje para promover su reelección», dice el Papa. Argentina vota cada dos años, y las elecciones legislativas de mitad de mandato tienen lugar entre dos elecciones presidenciales, por lo que tampoco vendrá este año, cuando habrá que elegir al sucesor del presidente peronista Alberto Fernández y renovar la mitad de los escaños de la Cámara de Diputados y un tercio de los del Senado.

Si este último argumento es válido, muchos creen que el Papa no ha intentado realmente visitar su país desde su elección. No porque haya querido evitar implicarse en la política nacional, sino más bien porque no ha dejado de hacerlo. Tanto es así que este hombre, que recibió un apoyo unánime en su país en 2013, divide ahora a los argentinos. Muchos de sus compatriotas lo critican por ciertas declaraciones consideradas partidarias, gestos hacia figuras políticas y directivas que daría a la Iglesia local, y en particular a su sucesor como arzobispo de Buenos Aires Mario Poli. En estas condiciones, corría el riesgo, en caso de visita, de ser aclamado por algunos, pero con consignas que no necesariamente le habrían gustado, e ignorado, cuando no rechazado por otros. De ahí su desconcierto y las explicaciones que da hoy.

¿Cuál es la realidad? Es cierto que Francisco está presente en la vida política argentina, que sigue de cerca, e incluso más que cuando era arzobispo de Buenos Aires. A través de mensajes que dirige a sus compatriotas o de declaraciones de Mario Poli, cuya inspiración se le atribuye, no sin cierta razón, dados los vínculos entre ambos. O recibiendo en el Vaticano a sindicalistas, dirigentes sociales y políticos de su país. Distante, cuando no frío, durante sus encuentros oficiales con el expresidente de centroderecha Mauricio Macri (2015-2019), se le ha visto relajado y sonriente con dirigentes peronistas, en particular con la expresidenta Cristina Kirchner (2007-2011 y 2011-2015), ahora vicepresidenta, a la que ha recibido tres veces, con los brazos abiertos y para largas conversaciones.

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Papa Francisco (Fuente externa)

¿Un «Papa peronista»?

Para muchos argentinos, el caso es claro: Francisco ha vuelto al peronismo del que este jesuita fue cercano en su juventud. De hecho, la doctrina social del Papa, desplegada ahora por todo el mundo, se inspira en el peronismo, en el sentido de que rechaza la lucha de clases al tiempo que pone a los pobres y excluidos en el centro de la acción pastoral. En la archidiócesis, dio prioridad al trabajo de los sacerdotes en las zonas desfavorecidas, donde se le veía a menudo. Pero quienes hablan hoy de un «Papa peronista» olvidan que, al mismo tiempo, el arzobispo Jorge Bergoglio mantuvo una tensa relación con Cristina Kirchner cuando era presidenta. Sin duda, porque quería mantener las distancias y preservar su independencia del Gobierno, aunque fuera peronista. En realidad, de Bergoglio a Francisco, el mensaje no ha cambiado mucho. La diferencia es que hoy tiene más peso y que en Argentina algunos, entre ellos Kirchner, pero también dirigentes sociales, lo utilizan políticamente.

Francisco fue imprudente al no distanciarse más de la vida política de su país. Lo volvió a demostrar durante el debate sobre la legalización del aborto, que finalmente aprobó el Parlamento en diciembre de 2020. Más allá de la conocida posición de la Iglesia católica, se ha manifestado públicamente de una manera que no habría hecho para ningún otro país, alejando así a gran parte de la juventud y a muchas mujeres.

En una especie de operación de marketing hacia su país, el Papa intenta ahora despejar el terreno, para hacer posible un eventual regreso. En sus últimas entrevistas, toma distancia de la política local y dice no ser peronista. También expresa su deseo de poder volver con sus compatriotas tras las próximas elecciones de 2024. Hasta entonces, tendrá que aclarar otras ambigüedades y dar más garantías a quienes le acusan de haber elegido un bando en la política argentina. Si no para volver a ser unánime, al menos para no ser recibido como una figura que divide. Algo que no puede darse por descontado.