Durante varios años he señalado la dificultad de que se logre una reforma fiscal en el país, a menos que sea impuesta por fuerzas externas.
Más aún, el término Pacto Fiscal, tan cacareado, es un eufemismo porque no hay posibilidad de “consensuar” un aumento de impuestos. Son varias las razones.
Primero, ningún gobierno quiere pagar el costo político de aumentar impuestos. Por eso, mientras puedan dilatarlo, lo harán, aunque proclamen la inminencia de la reforma fiscal, que, en esencia, es un aumento de impuestos para recaudar más.
Segundo, no habrá pacto basado en el consenso de diversos sectores porque los intereses son antagónicos y solo tienen en común que no quieren pagar más.
En los primeros meses de este gobierno, resonaba el planteamiento de distintos funcionarios de que se abocarían al pacto fiscal. El ministro José Ignacio Paliza llegó a decir que la reforma sería integral, como la de Balaguer de principios de la década de 1990. Pero Balaguer no consensuó esa reforma fiscal, la pactó con los empresarios.
Tercero, en los últimos 20 años ha aumentado sustancialmente la clase media y se desarrollaron las redes sociales que dan voz a segmentos de capas medias.
La última reforma fiscal se realizó a fines de 2012, al inicio del gobierno de Danilo Medina; después solo se buscó mejorar el cobro de impuestos. El supuesto Pacto Fiscal se pospuso. En este nuevo gobierno, cuando se intentó introducir impuestos a fines de 2020, el descontento social se expresó ipso facto en las redes. Hubo que recular rápidamente.
Cuarto, desde principios de 2020, el país, al igual que el mundo, ha estado sometido a una pandemia con pérdidas de vidas y empleos.
Para colmo, durante la recuperación económica de los últimos meses, se ha producido un aumento generalizado de precios. Si a ese aumento de precios se agrega un aumento de impuestos, el empobrecimiento y el descontento de la gente será mayor, y afectará a los pobres y a la clase media.
Quinto, con la ineficiencia que opera el Estado dominicano (exagerada empleomanía pública, exenciones impositivas a vehículos de lujo para legisladores, etc.), es difícil legitimar ante el pueblo, y en especial ante la clase media activada en las redes, un aumento de impuestos.
Sexto, las reformas dolorosas es mejor hacerlas en el primer año de gestión, cuando el gobierno tiene un alto nivel de aprobación. Este gobierno no pudo hacer la fiscal al inicio por la pandemia, y cada día se tornará más difícil hacerla.
En fin, como he dicho en múltiples ocasiones, el aumento de impuestos vendrá cuando el Gobierno no pueda posponerlo más porque la alternativa sería un mayúsculo desequilibrio macroeconómico. O sea, será un acto de urgencia, no de consenso amplio y racional.
Ahora aparecen los Papeles de Pandora indicando que el presidente Abinader recurrió a “paraísos fiscales”. Aún todo se haya realizado bajo la ley, el objetivo era bajar la carga fiscal de la riqueza. ¿Cómo entonces poner impuestos a otros?
La última reforma fiscal se realizó a finales de 2012, a inicio gestión DM
Ningún gobierno quiere pagar costo político aumentar impuestos
El aumento vendrá cuando el Gobierno no pueda posponerlo más