A Dios, cuya fuerza actúa en nosotros y que puede realizar mucho más de lo que pedimos o imaginamos. Efesios 3: 20
Dios no tiene límites; estos se los ponemos nosotros conforme sea nuestra fe. Así se Lo limita
hasta tal extremo que pensamos que Él no puede hacerlo. Por eso, cuando el ángel del Señor le
dijo a Sara que tendría un hijo, ella se rio a carcajadas, llena de incredulidad. Dudaba que fuera
posible lo que estaba oyendo, porque a su edad era imposible.
Es verdad. Para la edad que tenía no era posible, pero Su Palabra dice: ¿Habrá algo imposible
para Dios? Sara no conocía el poder de Dios. En ese momento quedó al descubierto que su fe no
era lo suficientemente fuerte para creer en lo que Él hace.
Al igual que Sara, muchos se encuentran con una fe débil que no les permite creer en el poder de
Dios. Viven sin esperanza, sin esperar cosa alguna, porque han dejado que los conceptos propios
pongan límites al mover del Señor. Créele a Dios por encima de todo y, cuando los pensamientos
quieran poner límites, declara la palabra escrita. Entonces Él se moverá tal como lo hizo con Sara
y Abraham.