Panorámicamente, y en lo que se alcanza un inventario completo, las provincias La Altagracia, El Seibo y Hato Mayor y otras áreas adyacentes del Este y Nordeste eran hasta anoche porciones del territorio nacional de más notables daños físicos a causa del huracán Fiona. Comunidades convertidas en prioridad del resto de la nación, del Estado y el Gobierno para acudir en su auxilio.
La reacción solidaria supone llevar a refugios a cientos de personas que han quedado sin sus moradas definitivamente o están impedidas de volver a ellas de inmediato en medio de pérdidas agrícolas y destrucción en sistemas viales y de significativos deterioros en suministros de electricidad y agua potable.
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Volver a la normalidad obliga a una rápida movilización de recursos como dan a conocer las autoridades que ya por vías institucionales se auto habilitaron excepcionalmente a los fines de recurrir con rapidez a compras y contrataciones para que las ayudas y obras de rehabilitación fluyan sin demoras.
El estado de alerta persistirá hasta que el fenómeno atmosférico se aleje; mientras la habilitación de dos centros logísticos con despliegue de brigadas para reparaciones y asistencias humanitarias marcan el inicio de oportunas respuestas en este momento de graves perjuicios a importantes comunidades.
Habitar, como ocurre, las latitudes del planeta por las que se desplazan habitualmente los ciclones tropicales obliga a contar con estructuras permanentes de reacción rápida. Veamos que ese sea el caso.