Existe un supremacismo solapado en casi todo el mundo; es como si fuera una herencia o maldición hitleriana de la que no nos hemos podido liberar, pero cuya práctica se destaca en los que gobiernan momentánea o permanentemente en la mayoría de las naciones del mundo; por ejemplo, en una de las primeras listas de fallecidos por el covid19, avalada por una institución internacional, supuestamente respetable, se detallaban nombres, apellidos, edades, domicilios y ocupaciones de “notables” y así ha quedado la práctica de convertir en noticias de primeras planas cuando un notable da positivo al covid19 o muere por esa causa mientras se utiliza la práctica discriminatoria con los pobres porque sus muertes son empaquetadas en una cifra sin que los vecinos, amigos y a veces familiares sepan cuándo y cómo, no solamente para acompañar a los deudos, sino también para guardar las debidas precauciones si acaso estuvieron en contacto con ellos.
La hipócrita discreción de las autoridades les permite manipular los números para condicionar a los ciudadanos en un sentido u otro en elecciones como las que se avecinan en nuestro país.
Como colofón una caricatura con las lecciones que nos da la vida: Las esquelas mortuorias en los periódicos, en ocasiones están repetidas cinco o más veces porque los fallecidos eran “notables” con numerosos cargos, posiciones y posesiones, por lo cual varias instituciones pagan por la publicación de sus condolencias e invitación a los oficios religiosos, y siempre aparece alguien cargado de humor negro que dice “Fulano se murió cinco veces, mientras Sutanito, el pobre, ni siquiera se pudo morir una sola vez y en eso le llevó ventaja a los ricos”.