Podemos definir las discriminaciones como hipercomplejos sistemas socioculturales de prácticas, representaciones y narrativas en contra de personas, grupos de personas o comunidades, clasificadas de maneras negativas, que afectan sus derechos y producen situaciones de sufrimiento social” (Machin 2013).
Recientemente la Cámara de Diputados aprobó en primera lectura las modificaciones al Código Procesal Penal excluyendo de él la no-penalización del aborto por las tres causales y la penalización de las prácticas discriminatorias hacia la comunidad LGTBIQ.
En nuestra sociedad existen múltiples prácticas, narrativas y acciones sociales discriminatorias desde el ámbito laboral, educativo, social, comunitario, familiar e institucional contra la población LGTBIQ; excluir consecuencias penales de estas prácticas refuerza su legitimación social e institucional y con ello la exclusión social de las personas con orientaciones sexuales diversas.
El sufrimiento vivido por muchas personas de orientaciones sexuales diversas se constata en diferentes estudios que hemos realizado (ONUSIDA 2011) (Profamilia 2019) (Fundación Abriendo Camino 2014) en los que se relatan situaciones de deserción escolar por maltrato físico, verbal y bullying en centros educativos, exclusión de espacios laborales donde han perdido su empleo.
“En el recreo y en el aula profesores y profesoras reprimen a niños que se abrazan entre sí y que muestran expresiones de afecto. “Los varones no se están abrazando, dejen eso”. A las niñas que tienen peladas muy cortas las reprimen porque son cortes masculinos. “Esa pelada es de macho, déjate crecer tu pelo”. (Op.cit.2010)
El niño, niña y adolescente que vive la violencia, represión y discriminación hacia su orientación sexual sufre en silencio con manifestaciones de tristeza, soledad, deserción, abandono escolar y en algunos casos intentos suicidas según sus relatos. “Hay niños que me tiran piedras porque me ven y dicen que yo soy maricón”. “Una vez yo pensé en matarme porque pensé que no podía aguantar tanto que se estén burlando de mí diciéndome marica”.
Las discriminaciones hacia las personas LGTBIQ lejos de responder a hechos aislados son como bien define Machin (2013) parte de un entramado socio-cultural en el que se ha normalizado la burla, el ejercicio de violencia física, psicológica y verbal hacia las personas con orientaciones sexuales diversas, así como su exclusión de centros educativos, universidades, puestos de trabajo en oficinas, empresas, instituciones tanto en el sector público como privado.
A esto se le agrega el maltrato policial en las calles y avenidas, la negación de servicios de salud en hospitales y clínicas como le ha ocurrido muchísimas veces a mujeres trans, así como la ausencia de procesos judiciales en casos de crímenes contra mujeres trans o los llamados crímenes de odio que han quedado en su mayoría impune.